Entre los devenires del tiempo, Rafael, artesano hacedor de máscaras para la danza de Tecuanes, mantiene la tradición y la identidad viva en Acatlán de Osorio, Puebla.
Por: Greta Nuño // @violetporpl
| Miércoles 3 de mayo, 2023, Ciudad de México.
| Tiempo de lectura: 10 min.

Entre la música del flautín y una tambora hecha de cuero, resuenan los latigazos que da el jaguar/tecuán. En medio, agrupados en fila, se encuentran los viejos con un sombrero grande que arrastran por el piso y máscaras con sonrisa predominante.
En la Mixteca poblana se encuentra el municipio que lleva por nombre Acatlán de Osorio, lugar donde la imagen y danza del tecuán son parte imprescindible de la identidad colectiva. Como en la mayoría de las danzas que hay en México, un elemento que caracteriza la figura del Tecuán es la máscara. Dentro de la danza del tecuán, convergen varios personajes que la dotan de un significado simbólico y religioso.
Rafael Jiménez, artesano oriundo de Acatlán de Osorio, se ha dedicado desde hace veintiséis años a la elaboración de máscaras para la danza de los Tecuanes. Sin embargo, la importancia de su oficio no solo se centra en lo que hace, sino también en la tarea y misión que tiene para mantener la tradición viva.

La historia familiar de Rafael y su cercanía con la danza
La danza del tecuán ha sido importante dentro la historia familiar de Rafael. Esta se remonta desde hace siglo y medio, a 1888, año en el que la danza fue llevada a la celebración de San Rafael Arcángel. Su bisabuelo, Juan Jiménez, fue de los primeros que aprendieron la danza y de los que la enseñó a generaciones posteriores, en Acatlán de Osorio. Durante treinta años danzó durante el festejo a San Rafael Arcángel, celebrada cada veinticuatro de octubre.

Efrén Jiménez, hijo de Juan Jiménez y abuelo de Rafael, fue pieza importante en la historicidad y tradición oral de la presencia de la danza en Acatlán. Gracias a él se sabe la leyenda que dio origen a la danza de los tecuanes, y es la que se cuenta a las nuevas generaciones.
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“Mi abuelito se llamó Efrén Jiménez. Dentro de la tradición y de la danza de los tecuanes, es importante porque escribió la historia de los tecuanes. Se puede decir que ha sido el único que ha rescatado la historia de la variante de los tecuanes de aquí”.
La labor y trabajo de su abuelo, fue documentado por varios antropólogos e historiadores que repartieron su historia y la historia de la danza por varias partes del país.
“Con el paso del tiempo, mi abuelo era visitado por muchas personas que documentaron los que mi abuelo les contó. Esa información se la llevaban y, tan solo en Puebla, hemos encontrado el museo de Santa Rosa, Santa Mónica, en el de Cholula; también en Chihuahua y en Tlaxcala”.
Siendo una fuente oral viva, Efrén Jiménez también se dedicó a hacer máscaras por gusto, oficio donde también pudo diseñar su propio estilo de máscara de jaguar.
“Mi abuelo danzó hasta la edad de setenta y cinco años. De hecho, se hizo una máscara de cartón porque la otra ya le pesaba mucho. […] siempre hay un representante, en cada danza que se realiza y él duró treinta años al frente de la danza».

La historia de la danza de los tecuanes
La leyenda del origen de la danza de tecuanes, como menciona Rafael, fue contada por su abuelo Efrén y este la aprendió a través de lo que le contaron los antepasados.
La danza tiene raíz prehispánica, de la cultura zapoteca y de la chichimeca. Rafael comenta que había dos ancianos que comenzaron a ver pérdidas en su ganado, lo que hizo que sospecharan uno del otro. Decidieron reunirse para hablar sobre lo ocurrido y, al notar que ninguno hurtaba al ganado, decidieron vigilarlo. Entre los hijos de los viejos y los viejos, se percataron que el ganado era robado por un nahual convertido en jaguar. Días después, logran capturar y matar al jaguar.
Esta es la leyenda donde se origina la danza de los tecuanes, comenta Rafael. En la danza se ve a los viejos y a sus hijos, con expresiones de felicidad por haber capturado al jaguar. También está la presencia de la muerte, que representa la muerte del jaguar; un perro, que es el guardián del ganado y el que ayuda a capturar al nahual; un toro o una vaca, en representación del ganado; una curandera que ayuda a los viejos a saber la fecha para poder cazar al jaguar; y el jaguar, que siempre está burlando a los ancianos.
Los personajes varían dependiendo de la variante y del lugar, comenta Rafael. Además, de los personajes, la música y la danza cambia, ya que en otros lugares también hay presencia de otros animales.

El oficio de ser artesano de máscaras
En la familia de Rafael, después del fallecimiento de su abuelo, no hubo interés por seguir con la tradición de hacer máscaras. Sin embargo, Rafael, aunque poco conoció a su abuelo, se interesó desde muy pequeño en seguir con la herencia de la danza y aprendió con ayuda de su madre, hija de Efrén, a tallar la madera para poder hacer máscaras.
“Mi abuelo fallece cuando yo tenía 4 años, por lo que lo conocí muy poco. Dejó la herradura y el material, entonces yo le preguntaba a mi mamá cómo es que mi abuelo hacía las máscaras y me dio datos. Fue así como empezamos a trabajar lo que es la máscara”.
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Cuando acabó la preparatoria, decidió estudiar Artes Plásticas, donde aprendió técnicas de pintura y escultura. Fue en ese momento que empezó a desarrollar y enfocar más su trabajo en torno a la danza de los tecuanes.

La creación de máscaras
En su taller, Rafael tiene máscaras que ha realizado y algunas otras que son muy antiguas. Algunas datan de 1901, y son máscaras que no tienen muchos rasgos físicos y expresiones. Él comenta que el artesano de las máscaras es desconocido, sin embargo, resalta que sería importante y necesario buscar quién las hizo para poder darle el crédito.
“Dentro de la danza del tecuán, hacemos las máscaras, llaveros para carros, porta llaves, … También pintamos cuadros”. Señala la pared de atrás, donde se ve un mural donde se muestran máscaras de la danza.
Rafael platica que la madera con que se realizan las máscaras es propia de los árboles de la región: Zompantle. Los árboles donde se toma esa madera es el que tira semillas que son conocidas como “frijoles rojos”. Los cuernos y colas de toro se utilizan para poner los cuernos a la máscara del diablo y los colmillos al jaguar. La cola de toro se utiliza para la barba de los viejos.

“Una de las características más notables de las máscaras es que sus rasos no son tan finos, ya que son muy marcados. Son importantes las expresiones. También tienen un significado, como el caso de los viejos, tienen sonrisa predominante porque pudieron defender a su ganado, por eso se muestran contentos”.
Las máscaras, al tener expresiones muy predominantes, requieren de una especialización y el uso de técnicas que permitan tallarlas y pintarlas adecuadamente, para que tenga una larga duración y para que pueda expresar las emociones de los personajes durante la danza.
“El tiempo en que me tardo en hacer una máscara depende, del tamaño. Puede ser de entre tres días a una semana. Antes me tardaba alrededor de quince días, con la práctica he ido adquiriendo técnicas para hacer las máscaras en menor tiempo”.

Actualidad
«Desde hace unos veinte años se comenzó a rescatar todo lo de indumentaria tradicional del tecuán. Hace unos años, las máscaras eran muy simples, y se ha tratado de rescatar la esencia de la indumentaria».
Hoy en día, hay algunos lugares donde se ha dejado atrás la tradición de hacer y utilizar máscaras de madera. Rafael menciona que ha dado talleres de realización de máscaras en otros municipios, con la intención de que no se pierda la tradición. Resalta que en estos lugares las máscaras se hacen de plástico y no tienen las características que debería llevar una tradicional.
La integración a la danza de nuevas generaciones, ha permitido que la tradición de la danza se siga enseñando y aprendiendo. Rafael ha participado activamente en la realización de Congresos internacionales de danzas, como el que se llevó a cabo el 6 de abril de este año en la casa de cultura de Acatlán de Osorio, evento donde participaron muchas variantes de la danza de los tecuanes.
Este año, en el encuentro participaron sesenta danzas de varias partes del país, académicos y gente de las regiones, que han tenido la intención de que haya un mayor conocimiento e intercambio de saberes entre regiones y danzantes. Rafael comenta, que a pesar de que la tradición siga viva, es una tarea constante que los elementos que la componen.

La tradición de la danza y la del ser artesano de máscaras e indumentaria para la danza de los tecuanes, son oficios que dependen del involucramiento de las nuevas generaciones, con la intención de que no se pierdan. Por ello, las personas, como Rafael, que están dentro del ámbito, apuestan por enseñar y compartir sus saberes.