Me amaba tanto | Relato

Julia queda sorprendida al abrir la puerta de su departamento y ver a su amigo Daniel, con los ojos llenos de lágrimas. La historia que le cuenta la deja consternada.

Por: Verónica Chávez Toscano.

| Miércoles 22 de febrero, 2023, Ciudad de México.

| Tiempo de lectura: 4 minutos

—Daniel, ¿Estás bien?—Preguntó su amiga Julia al abrir la puerta de su departamento y verlo con los ojos llenos de lágrimas.
—Si, estoy bien. —Respondió Daniel, frotándose los ojos.
—Pasa. ¿Quieres un té?
—Si, gracias.
Una vez instalados con una taza humeante cada uno, él empezó su relato, tenía mucho sin ver a Julia y se sentía un poco cohibido, pero sabía que su amiga siempre había estado ahí para él a pesar de la distancia.

—Como sabes, hace algunos años, Luisa y yo nos casamos luego de 6 meses de noviazgo, estábamos muy enamorados e ilusionados. Sin embargo, una vez casados, ella cambió por completo; empezó a controlar todo lo que hacía, no le gustaba que me arreglara para ir a trabajar.

Yo pensaba que eso era algo normal, que me celaba y me cuidaba porque me amaba.
Sus primos estaban frecuentemente en la casa, ellos se llevaban muy pesado y consideré que era normal que me integraran en sus bromas pesadas aunque no me sentía cómodo siendo el bufón en cada reunión, pensé que era su forma de integrarme en su núcleo. Al terminar las reuniones yo era el único que limpiaba el desorden, porque ella terminaba muy cansada.

Sin darme cuenta, mi forma de vestir cambió, alejé a mis amistades, porque a ella la incomodaba que hablara con amigas.

—Sí, me di cuenta como te fuiste alejando, pero respeté tu decisión.
—Y así, sin darme cuenta fue cambiando mi esencia, pero…era feliz. Ella me amaba tanto y me quería solo para ella, yo también la amaba por supuesto.

Pasó un año, se embarazó y comenzó a alejarse, no me dejaba tocarla y ya no quería dormir en la misma cama conmigo, se volvió demandante con sus necesidades dejando de lado las mías, siempre terminaba siendo un inútil que no sabía hacer nada.

Cuando el bebé nació fue aún peor, no me dejaba acercarme, vamos, ni siquiera pude cambiarle un pañal a mi hijo porque ella no me lo permitía. Mi familia tenía restringido el acceso a la casa porque podían contaminar al bebé.
Y finalmente llegamos a esto.- Terminó Daniel, mostrándole unos moretones en su cuerpo.

—¿Cómo pasó? —preguntó Julia, sin poder ocultar su asombro.

—Se enojó mucho porque en la oficina tuve que trabajar un tiempo extra, al llegar por la noche a la casa, ella estaba furiosa pensando que le había sido infiel y me empezó a pegar con una sartén. No pude controlarme, me defendí y la golpeé en la cara, no se cómo pudo pasar. Me reportó a la policía por violencia doméstica. Estoy desesperado, Julia, de verdad no sé qué hacer, nadie puede creer que un hombre sufra este tipo de cosas, la gente se ríe de mi. —Dijo Daniel con las manos temblorosas y bajando la mirada.

—Mira Daniel, quisiera acompañarte en esto, dame la oportunidad de asesorarte, esto es más común de lo que parece, pero no se dice justamente por el juicio social.

Finalmente, Daniel permitió ser acompañado en su proceso de divorcio y logró una custodia compartida de su hijo. Lo más importante es que entendió que la violencia no la viven sólo las mujeres, y ahora es empático cuando alguien le confía una situación similar a la que él vivió y aprendió lo que no quiere en una relación.

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