Una leyenda, una producción cinematográfica y una historia de la vida real, se enlazan en un presente marcado por la mercantilización implacable de todo, hasta de las tragedias.
Por: Octavio Villalpando // @lfrex
| Sábado, 29 de octubre, 2022, Ciudad de México.
| Tiempo de lectura: 3 min.

“The Howler’s curse. Scene one, take one: lights, camera… Action!” La cámara empezó a rodar y todos en el plató guardaron silencio. Los técnicos de efectos especiales accionaron una serie de máquinas de neblina, que pronto se esparció por la locación, combinándose con los nopales, arbustos y palmas artificiales que la poblaban, generando un paisaje verdaderamente espectral. Tras una indicación del director, una sombría figura apareció a la izquierda del cuadro. Era una mujer que gimoteaba desesperada, llevándose las manos a la cabeza y volteando para todos lados, buscando algo, o a alguien. Una cámara hizo un paneo hacia un bulto ubicado en el extremo derecho del escenario, el cuerpo desmadejado de un niño. Otra cámara cubrió la frenética carrera que entonces emprendió la mujer hasta caer de rodillas al lado del cuerpo. Tomándolo entre sus brazos, lo sacudió con fuerza, pidiéndole a gritos que despertara. La cámara hizo un zoom al demacrado rostro del niño, deteniéndose por un instante en sus ojos vacíos, para luego descender hasta el sangrante surco de la herida que cruzaba su cuello. La mujer emitió un grito desgarrador y se desvaneció sobre el cuerpo aún sostenido contra su pecho. Tras un momento de completo silencio, el director gritó “Cut!”. La mujer y el niño se levantaron de sus posiciones, aliviados y sonrientes, y todos los presentes estallaron en risas y hurras entusiasmados. La primera escena estaba terminada, lo demás vendría por sí solo. En medio de la alegría general, nadie se percató de que, a pesar de que las máquinas que la generaban ya habían sido apagadas, la neblina se negaba a dispersarse por completo. Tampoco notaron esa otra figura que apenas se adivinaba entre los zarcillos que de ella aún quedaban.
No entendía lo que estaba pasando. Hacía mucho que ella y el dolor que anidaba en su pecho, habían permanecido dormidos conforme la gente había ido olvidando su leyenda. En el pasado las abuelas habían usado su historia para tratar de llevar a sus nietos por el buen camino, advirtiéndoles que si no se portaban bien, la Aulladora susurraría sus nombres al viento y de ellos solo quedaría un cuero seco colgando en alguna nopalera de las que rodeaban al pueblo, como había pasado con los que le habían matado a su niño. Pero esos tiempos hacía mucho que habían quedado atrás. El eco de sus lamentos poco a poco se había ido perdiendo entre el estruendo que el mundo moderno había traído consigo. Sin lugar para los dolientes fantasmas de un pasado anticuado.
Ahora estaba ahí, viendo a unos extraños representar su tragedia. Güeros de ojos zarcos de quienes no podía entender ni una sola palabra, pero cuyas risas eran inequívocas. No le dolía la burla hacia ella, sino la falta de respeto que mostraban para con su dolor, porque ese dolor no había sido suyo solamente. Muchas de las veces que su nombre había sido conjurado, lo había sido por otras mujeres en su misma situación: madres desesperadas buscando a un hijo o hija arrebatados brutalmente de su lado y percibía que ese dolor aún seguía existiendo a pesar del tiempo que había pasado dormida. Sin embargo, esas madres habían creído en ella y eso era lo que le había proporcionado la fuerza para hacer que su voz se arrastrara con el viento en busca de los culpables para hacerlos pagar por sus crímenes. Ninguno de los que ahora pronunciaban su nombre creían en ella de verdad. Para ellos era tan solo la excusa para cobrar un cheque más. Eso la dejaba imposibilitada para hacer algo que pudiera evitar que su pena se convirtiera en un espectáculo para diversión y beneficio de esos extraños.

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La filmación concluyó en medio de rumores por parte de algunos de sus participantes acerca de las supuestas apariciones de un fantasma en el rodaje. Esto fue explotado al máximo en la publicidad para el estreno de la película. Aunque ésta fue un fracaso para la crítica, poco a poco se empezó a correr la voz de que algo extraño sucedía donde quiera que se proyectaba. Miembros de las audiencias juraban y perjuraban que durante la proyección, parecía haber algo equivocado en la atmósfera del cine. Además, se recabaron testimonios acerca de la presencia de una extraña mujer en algunas salas, siempre de pie, hasta el fondo de las mismas. Las descripciones siempre coincidían: morena, embozada en una especie de chal oscuro, ropas que parecían ser muy viejas, como de una época pasada, aunque nunca nadie pudo dar razón de su rostro. No pocos pensaron que se trataba de un truco publicitario, al estilo de lo que hacía William Castle en el pasado. Lo cierto es que eso fue lo que llamó más la atención de la película, convirtiéndola en un éxito sorpresivo. Todo mundo tenía morbo por presenciar la supuesta aparición, pero nadie parecía estar interesado en la historia que se narraba en la cinta.
Durante el siguiente Halloween, muchas personas se disfrazaron de la Aulladora de la película en todas sus variaciones posibles, incluidas las versiones sexy del personaje. Los niños se divertían jugando a esconderse y a que la Aulladora los encontrara, mientras se atiborraban alegremente de dulces y planeaban su siguiente travesura. En medio de toda esa algarabía, nadie le prestó atención jamás a la mujer de paso cansino que deambulaba sin rumbo en cada vecindario donde hubo una Aulladora disfrazada. Poco a poco las luces se apagaban, marcando el final de las fiestas, pero ella permanecía ahí, cada vez más encorvada, por un peso que jamás había imaginado que fuera posible, pero en el cual al fin podía enterrar el dolor que le había dado origen a su existir despojado ya de todo significado.
Pronto la segunda parte de la película fue anunciada.
Sobre el autor
Octavio Villalpando es un entusiasta del horror en todas sus manifestaciones artísticas. Ha participado como conferencista en eventos como Linares Fantástico, la FIL Monterrey 2015, FilUni 2019, Festival Macabro 2021, así como en diversos eventos para el Círculo Lovecraftiano & Horror, donde además organiza la muestra de cortometraje Hypnos enfocada a trabajos hechos en México.