George es un policía que se encuentra en una escena del crimen a punto de atrapar al asesino de dos caras, pero al verlo sin máscara descubrirá algo inesperado.

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George encontró una pista muy importante en la escena del crimen. No podía esperar a comunicarlo a su jefe, la emoción lo corroía mientras las manecillas avanzaban, un paso o un disparo significaban fracaso en la misión. Había estado marcando al hombre con desespero durante segundos exhaustivos. Finalmente, con la voz irritada, el mayor le informó que las patrullas se encontraban a diez minutos de distancia, por lo que tenía que esperar a los refuerzos llegar.

‒ No puedo permanecer aquí, tengo que entrar.

George corrió a la parte trasera de la casa y se escondió detrás de un arbusto. Sabía que el criminal podía estar cerca y debía ser cuidadoso, además de silencioso. Un relámpago iluminó el patio de la casa, descubriendo al individuo quien portaba una máscara con dos caras: en la parte frontal sonreía y en la trasera una cara triste le adornaba; o eso fue lo que le pareció ver, además, la figura portaba en una de sus manos un bate que goteaba un líquido color escarlata. Parecía estar observando el cielo.

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¡No podía ser, no podía creerlo! Se encontraba frente al asesino más buscado del país. Sus pasos habían sido difíciles de rastrear, siempre tan listo y escurridizo que desaparecía cada vez que ellos llegaban a la escena.

Era su oportunidad para detenerlo, no podía tartamudear. Su mente le hizo imaginarse ser un famoso policía convertido en un respetable agente tras cometer semejante proeza, de eso estaba seguro.

Sin perder más tiempo, se acercó sigilosamente a un árbol, planeaba sorprenderlo con un ataque silencioso, sin embargo, la madre naturaleza jugó diferente, pues una luz momentánea iluminó a ambos dejándolos al descubierto.

‒ ¡Alto ahí! ¡Baje el arma, soy oficial de policía! ¡Está detenido! ‒gritó George en un intento por mostrar su valentía. El hombre no se inmutó. Se mantuvo firme, dando la espalda al policía‒ ¡¿Acaso no escuchó?! ¡Suelte el arma, es una orden!

El extraño giró. La máscara sonriente le congeló, consiguiendo apenas apuntar el arma con débil fuerza mientras escuchaba el crujir del pasto a cada paso que el hombre daba. Su oportunidad de crecimiento estaba a punto de ser saboteada por si mismo, por no poder encarar a tal sujeto sin temblar.

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George se mantuvo estático, pudo sentir el frío aliento provenir de la boca. No tuvo valor para mirarle sin la máscara, la cual yacía entre el lodo.

‒ No lo entiendes, ¿verdad? ‒el policía lo miró desconcertado ‒ ¿Acaso no lo sabes? ¿No te has dado cuenta? ‒hubo silencio‒ Yo soy tú. Siempre hemos estado juntos, mi querido amigo… George…‒