Malvina se preguntaba dónde estaba, sentía una terrible punzada en la cabeza y lo único que recordaba era que había temblado. Cuando recobró el conocimiento, todo era ruina y destrucción. ¿Qué había ocurrido?
Por: Verónica Chávez Toscano
| Día 14 de mes, año, Ciudad
| Tiempo de lectura: 4 min.
¡No, no, no! Otra vez no.—Se preguntaba Malvina, mientras su mente escapaba al pasado.
—¿Dónde estoy? ¿Qué es esto? —se preguntaba Malvina. Su cabeza punzaba fuertemente, estaba completamente desconcertada. Todo lo que podía recordar era que había temblado…
Miraba a su alrededor y solo veía polvo y destrucción, observaba los adornos de su casa tirados en el suelo.
Como pudo se reincorporó, escuchaba gritos y llanto, no podía identificar de dónde provenían. Caminó entre los escombros de su hogar con premura, cuando súbitamente tropezó con su marido tirado en el piso y se apresuró a auxiliarlo. Notó que su cabeza reposaba en un charco de sangre, estaba completamente inconsciente. Empezó a gritar por ayuda, su llanto la ahogaba y sus gritos se apagaban.
—¿Hay alguien ahí? —una voz gritaba desde afuera de su pequeña casa.
— ¡Sí, ayúdenos por favor! —respondió tan fuerte como pudo, mientras que sus lágrimas marcaban surcos entre la tierra que cubría su cara.
Al instante notó que alguien se abría paso entre los escombros, entonces vió aparecer a su vecino Nicanor.
—Malvina, ¿se encuentra bien?
—Sí, sí, ayude a mi esposo por favor.
—Lo siento mucho, Manuel ya no respira.
Ella sintió que el corazón se le desgarraba, su llanto era lacerante, la fuerzas se le habían acabado. Más tarde sus vecinos la ayudaron a salir y los rescatistas sacaron el cuerpo de su esposo. Lastimosamente desde afuera pudo observar su casa destruida, esa que con tanto trabajo habían construido.
Los días subsecuentes fueron de total incertidumbre, por todos lados se escuchaba de muerte y destrucción, era difícil conseguir un servicio funerario, el dolor y la incertidumbre la acompañaban y se preguntaba qué iba a suceder ahora que lo había perdido todo.
El sepelio fue muy rápido, los vecinos y su familia la apoyaron con todos los gastos que conllevaba el servicio. Malvina y Manuel, quienes tenían menos de 1 año de casados, ahora la muerte los había separado y ella tenía que iniciar desde cero… sola.
—¡Alerta sísmica! ¡Alerta sísmica! —se escuchaba por los altavoces.
—¡No, no, no! Otra vez no… —Malvina no lo podía creer, hacía más de 30 años que ella lo había perdido todo, no podía pasarle de nuevo. Ahora ya con más de 50 años, se sentía sin fuerzas para empezar de nuevo.
Se encontraba en la oficina del corporativo donde trabajaba como secretaria, el terror se apoderó de ella paralizándola. Sus compañeros de trabajo la arroparon y la ayudaron a salir del edificio usando las salidas se emergencia.
Mientras un movimiento intenso sacudía la ciudad, Malvina no dejaba de recordar aquel 1985 cuando había perdido a su primer esposo, siempre que escuchaba el sonido de la alerta sísmica ella se alteraba, pero esta vez el terror fue aún peor, parecía que todo se repetía, justo en la misma fecha 19 de septiembre.
El temblor finalizó pero su cuerpo aún se estremecía, lo primero que hizo una vez que se tranquilizó fue correr a su casa, con su familia. Los celulares no funcionaban, el transporte era escaso, se escuchaba que había edificios derrumbados, la gente y el tráfico inundaban las calles, todos con la premura de encontrarse con sus familias.
Cerca de llegar a su domicilio, con terror se dió cuenta que había ambulancias y carros de bomberos en la misma dirección. El corazón se le aceleró, pensando que algo podría haber ocurrido en el edificio de departamentos en el que vivía. Llegó lo más rápido que pudo y con regocijo se percató que los transportes de urgencias seguían de largo. Mientras veía con llanto hacia lo lejos, escuchó las voces de su esposo y su hija llamándole. Al verlos, los abrazó con ansiedad mientras agradecía que estuvieran bien.
Ese día más tarde veía con asombro en las noticias todo lo que había ocurrido y se daba cuenta que las redes sociales se habían convertido en una gran herramienta para ayudar en situaciones de crisis que antes no existía, se percató de cómo había cambiado la cultura en cuanto a los temblores desde aquel fatídico día hasta la actualidad y se sintió complacida con la implementación de simulacros y de que la alerta sísmica proporcione un valioso tiempo para ponerse a salvo.