Don Victor no dejaba de escuchar esa voz en su cabeza que lo atraía hacia un lugar doloroso de donde él quería escapar, sin embargo, los ojos que encontraba en ese lugar, le generaban empatía y reflejaban lo que él mismo estaba sientiendo. ¿Se rendirá ante la voz que escucha a cada momento?
Por: Verónica Chávez Tocano.
| Miércoles 3 de agosto, 2022, Ciudad de México.
| Tiempo de lectura: 7 min.

La playa, uno de mis lugares favoritos, estar tumbado en un camastro, sentir la brisa del mar sobre mi cara, la mano abrazadora del sol acariciando mi piel y cada poro de mi cuerpo disfrutando el calor, el sonido relajante de las olas y la suave espuma que dejan a su paso, el vuelo acompasado de las gaviotas y sus graznidos, las tonalidades verde-azules que visten el horizonte emitiendo el reflejo del astro rey, la alfombra aterciopelada bajo mis pies, y el olor ¡Ese aroma a mar! Esa fragancia siempre me da una sensación de libertad y sobre todo de una tranquilidad tan añorada en ciertos momentos de la vida, cuando la desesperanza y los problemas me rebasan. Estar aquí, me inyecta serenidad, me ayuda a escapar de la realidad… Pero esa voz en mi cabeza no me deja…
—Don Victor, ¿Como se siente?
—Bien —Contesto aletargado con una voz apenas audible.
—Mire, Don Victor, su esposa le dejó este mensaje, ¿Quiere que se lo lea?
—No, gracias, yo mismo lo leeré en cuanto pueda.—Respondo mientras miro como coloca el mensaje a un lado de mi cama.
—Muy bien, en un momento regreso con la charola de su comida, por favor si necesita algo no dude en pedirmelo —Me dice, con una sonrisa reflejada en sus cansados ojos, tan característicos, que a pesar de ser lo único que puedo ver de su cara, he llegado a identificar muy bien.
Una vez que se retira vuelvo a cerrar los ojos y la angustia se empieza a apoderar de mi, me duele el pecho, me cuesta respirar, siento ansiedad…
Este gran bosque, es increíble la paz que puede generar un lugar tan escondido y que nos llena de esperanza, un camino verde y aromático me da la bienvenida, la espesura de los arboles, la tranquilidad que me inspira el canto de los pájaros, esa dulce melodía libera mis cargas y me trae paz. Sentarme a la orilla del río, el sonido de la batalla que libra el agua con las rocas para lograr continuar su camino. Cierro mis ojos y disfruto los sonidos del bosque, me fusiono con ellos… ¡Nuevamente esa voz!
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—Don Victor, necesita despertar, le traje su comida, y… tiene que leer la carta de su esposa, ¿Quiere que se la lea o prefiere leerla usted a solas? —Me dijo con sus hermosos y enormes ojos cafés… —Creo que a ella le gustaría hablar con usted…
¡No! Otra vez me falta el aire, la cabeza me va a estallar, quisiera gritar…
Los días soleados son mi debilidad, estar tirado sobre una manta, observando ese azul infinito que nos invita a pensar qué hay mas allá, pasar horas tirado en el suelo observando el vaivén de las nubes en el cielo y los diferentes personajes que pueden crear, hay tanta magia escondida entre ellas…¡Noo! Esa voz…
—Don Victor, Don Victor. Pero…¡No ha comido nada!..Tiene que comer, necesita tener fuerzas… ¿Le gustaría que yo le diera de comer? ¿Quiere que le de un poco de jugo?
—No, gracias, estoy bien —dije con un hilo de voz, intenté esbozar una sonrisa, pero al parecer no dio resultado, la melancolía me pesaba tanto que no podía ni mover los músculos de la cara.
—Su carta, no se olvide de ella…tal vez le ayude a cambiar su ánimo.—Sus ojos emanaban una gran melancolía, un dolor profundo que yo mismo conocía.
—Ahora no, gracias —dije sin ganas, no sabía lo que decía esa carta, pero mi ánimo tampoco estaba en condiciones de leer su contenido, tal vez mas tarde…
—Señor ¿Le gustaría que llamara a su esposa?
—No, tal vez luego.
—Muy bien, descanse, regreso más tarde, esa carta se la debo leer hoy sin falta.
Me falta el aire, la angustia, mi pecho, cierro nuevamente los ojos…
¿Alguna vez han visto un amanecer a la orilla del mar? A mi me genera una sensación especial, el despertar de un nuevo día me llena de placer, el cielo vestido de fuego por unos segundos, el resurgir de la esperanza, de la vida, admirar la majestuosidad de ese astro luminoso que se muestra ante mi, el fin de las sombras, el inicio de una nueva ilusión… Todo esto me revela la inmensidad del universo, lo pequeños e indefensos que somos ante su poder… la belleza en todo su esplendor que no todos podemos disfrutar.
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—Señor Victor —Escucho nuevamente la dulce voz. Abro los ojos y veo los suyos cansados, agobiados, comparto su dolor.
—Señor, por favor necesitamos leer esa carta antes de que me vaya, se que no lo desea, pero me parece que le dará mucha alegría.
—Me falta el aire… tengo miedo… —Le digo con todas las fuerzas que puedo.
—Lo sé, señor, usted va a estar bien, la angustia y la tristeza siempre son malas consejeras, verá que si se tranquiliza se sentirá un poco mejor.
—No…tengo… fuerza…la carta…no sé… si pueda…
—Yo se la leeré.
Un temblor se apodera de todo mi cuerpo, un sin número de sentimientos me invaden, vi cómo tomó la carta entre sus manos y la fue desdoblando, era una hoja sencilla de papel blanco doblada en tres partes, no tenía nada de especial. Empezó a leerla…
“Mi gordito;
Eres muy importante para nosotros, sigue luchando, te estamos esperando con todo nuestro amor para celebrar tu cumpleaños. Los niños preguntan por ti, te esperan muy ilusionados, por favor vuelve pronto a casa.
Te amamos.
Tus hijos y yo.»
No pude contener la emoción y un mar de llanto cubrió mis ojos, quería correr, salir de ahí, abrazarlos, el aire se me iba, el pecho me dolía, no podía moverme, volteo con desesperación y veo sus ojos, vidriosos, rojos, apagados, húmedos, me miraba con tristeza e impotencia, observé más personas rodeándome, no los reconozco, sólo veo sus ojos, llenos de desesperanza, llenos de dolor…¡No! ¡No, por favor! No puedo gritar… no puedo moverme… Cierro mis ojos…
También el ocaso tiene su encanto, disfrutar la playa minutos antes de que muera el día es una sensación increíble, ver cómo la luz se rinde ante la oscuridad, cómo ese enorme e impotente cuerpo celeste se funde en el mar y toda su grandeza se apaga para dar paso a la penumbra ¿Acaso ella nos puede dar la esperanza de que llegará un nuevo día? La luz, la noche, la vida, la muerte, todos son opuestos y, sin embargo, se complementan…
El sol se está apagando, volteo y veo a mi padre, me mira con una sonrisa. Se aproxima a mí y me abraza, la tranquilidad invade mi cuerpo, la melancolía y el dolor se van con el sol…
Imposible no rendirse
Preciosos
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