Recibir un chiflido sobre la acera es una de los primeras formas de cosificación hacia la mujer hasta llegar al trabajo sexual.
Por: Daniela Mora.
| Sábado 30 de julio, 2022, Ciudad de México.
| Tiempo de lectura: 5 min.

La cosificación, según el Diccionario de la Real Academia Española, significa reducir a la condición de cosa a una persona. Pero ¿Cómo la transformamos en un objeto? Las personas, a diferencia de las cosas tienen sentimientos, derechos humanos, pensamientos, formas de expresión y múltiples capacidades. En cambio los objetos sólo tienen una función: el ser utilizados.
Según Bartky, filósofa especializada en feminismo y fenomenología, la cosificación implica reducir todas estas capacidades diversas a una sola: la sexual o las partes del cuerpo. Esa definición correspondería a la parte del coito, aunque también se puede cosificar desde el hogar (al reducir a la mujer como una máquina de limpieza y crianza), las relaciones laborales y otras ramas.

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El origen de este fenómeno lo explica Simone de Beauvoir en su libro «El segundo sexo«, en el que describe las diversas etapas de la crianza de las mujeres y cómo desde niñas se han subsumido al poder de los hombres. Así su existencia tiene la única finalidad de ser preparadas para el matrimonio, de servirles y depender de su voluntad.
Beauvoir se entrelaza en los caminos de la interseccionalidad cuando menciona cómo en la antigüedad el único que tenia permitido ejercer violencia era el hombre blanco sobre el negro, nunca a la inversa. También lo relaciona con la ocupación de Francia en donde los habitantes decidieron no usar la violencia, sintiéndose coartados de su forma de habitar el mundo por tener una actitud pasiva y receptiva al exterior. Bueno, esa misma sensación es la que reduce la existencia de las mujeres, el estar sometidas a los designios del otro.
«Sentían profundamente trastornada su situación en el mundo, pues del capricho de otro dependía el que fuesen convertidos en objetos, su subjetividad ya no podía expresarse concretamente, no era más que un fenómeno secundario. Así, pues, el universo tiene un rostro completamente distinto para el adolescente, a quien está permitido testimoniar imperiosamente sobre sí mismo, que para la adolescente, cuyos sentimientos están privados de eficacia inmediata». Refiere Simone en la página 118 de su obra.
Ahora bien, este acto sucede desde pequeños detalles en la sociedad. Por ejemplo, cuando caminas por la calle y un varón decide susurrarte al oído algo como «mamacita» y después te manda un beso en el aire.
Este tipo de acoso, aunque lo reciben los hombres (10%), según el Instituto de Estadística y Geografía (INEGI), es más usual en las mujeres (27%) y la razón, según refieren algunos varones en audios presentados en un artículo de el Instituto Municipal de las mujeres en Ciudad Juárez, es que «a las mujeres les encantan los piropos» o bien «yo no veo que las mujeres se quejen por halagarlas en la calle».
La segunda frase corresponde a la misma supremacía que señala Simone: las mujeres no hablan por miedo, y los hombres acosan porque históricamente se han posicionado por arriba de ellas, creen tener la autoridad sobre su cuerpo y opinar del mismo.

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Este fenómeno no sólo queda en las calles, también sucede en las relaciones interpersonales. En conversaciones comunes entre mujeres suelen salir frases como «sólo me quería para cojer». Acción que evidencia cómo es un problema social despojarlas a ellas de su valor personal, las mujeres no son juguetes sexuales.
El fenómeno asciende a grandes escalas cuando se habla del trabajo sexual, en el cual, en varias ocasiones pone en riesgo a sus trabajadoras hasta llegar a los feminicidios. En una nota publicada por el portal de noticias Animal Político acerca de una manifestación por los derechos de las trabajadoras en la Ciudad de México, realizada el 3 de junio, hubo testimonios que afirman que el 60% de ellas ha vivido violencia en su profesión. Según Rocío Suárez, integrante del Centro de Apoyo de Identidades Trans, en abril y mayo del año en curso, dos mujeres fueron asesinadas en hoteles de la alcaldía Cuauhtémoc.
Los peligros de convertir a las mujeres en objetos pueden evolucionar a escalas de alto riesgo. Por ello, es importante deconstruir la visión que se tiene acerca del papel de las mujeres en la sociedad. De sus derechos, su identidad y su valor como personas y no, como objetos.