Los movimientos sociales y políticos que se dieron desde la década de los 60’s, no sólo en México sino en el mundo occidental, marcaron una época de cambios. Uno de ellos fue La revolución sexual; siendo Los jóvenes los principales protagonistas, hastiados de guerras y atropellos a sus derechos.
Por: Miguel Mariscal.
| Martes 24 de mayo, 2022, Guadalajara, Jalisco.
| Tiempo de lectura: 6 min.

En mi casa nunca escuché la palabra sexo. Mucho menos mi padre tocaba el tema, mi madre cada vez que había escenas románticas en la televisión era para decirnos: “voltéate, qué estás viendo, eso es de adultos”. En efecto las lecciones de sexo las escuché en la calle con los amigos y en la escuela con mis compañeros que pasaban las mismas que yo, éramos niños de primaria.
Cierto día mi padre estaba enojado diciendo que cómo era posible que en los libros de texto vinieran imágenes de los órganos sexuales del hombre y la mujer, “eso era provocar en los niños el gusanito del sexo”. Así las cosas.
Eran años difíciles en la casa, eran los años setenta. Ya desde una década anterior se vislumbraban grandes cambios en la sociedad, no sólo para el país, sino para el mundo. Los movimientos sociales y políticos, la rebeldía de los jóvenes, así como las innovaciones en la ciencia y la tecnología marcaron la época haciendo impacto.

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En México, la matanza de los estudiantes en Tlatelolco en el 68′ y posteriormente, la represión en el 71, en aquel evento desafortunado llamado «halconazo» o la «masacre del «jueves de Corpus», fueron eventos que contribuyeron para crear mayor conciencia política en la sociedad.
En el mundo,La Guerra de Vietnam estaba en su punto más alto y parecía no tener fin. La sociedad estadounidense salía a las calles a protestar por una guerra sin sentido. Aunado a ellos los intelectuales, políticos y artistas que pugnaban por acabar con el genocidio. La Guerra Fría propiciada tanto por el bloque Occidental y el bloque del Este, tenía al mundo en tensión por la supremacía política. Esto se incrementó aún más por la Crisis de los misiles en Cuba.
El intento de la juventud por darle una oportunidad a la paz se manifestó, no con violencia, sino con fraternidad y amor. Primero con el Festival Summer of love en San Francisco, y posteriormente en aquel mítico concierto de rock en Woodstock.
Bajo ese contexto, grupos como Ten years after gritaban I’d Love to Change the World, su líder Alvin Lee reclamaba la salvación de este mundo, uniendo su grito a la juventud Hippie hastiada ya por dicha guerra, que no era otra cosa que poner en claro la hegemonía del gobierno estadounidense en el planeta, a costa de la vida de sus conciudadanos.
La agrupación canadiense The Guess Who en voz de Burton Cummings exhortaba a ayudar al hermano; “Tal vez esté ahí para darte la mano/ Tal vez esté allí para compartir la tierra”, dice en Share the land.
Mientras acá, en el ’71, la juventud mexicana organizaba el Festival de Avándaro. También una juventud relegada y sometida a las viejas formas de gobernar se reunía en Valle de Bravo, Estado de México. Su postura determinante de libertad se impuso al contradecir a su generación anterior. Algunos periódicos y revistas titularon en tono amarillista: “Drogas, sangre y sexo en el festival de rock”. Lo cierto es que, ambos conciertos musicales lograron que sus gobiernos voltearan el rostro y vislumbraran el portento de su juventud, una deseosa de ser incluida en la toma de decisiones que influyeran en políticas de bienestar para la sociedad.

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Podemos decir que una de las principales vertientes que surgieron ante estos acontecimientos juveniles fue primeramente el desafío ante las autoridades, ante las instituciones que mentían siempre. Salvador Elizondo en su ensayo Física y metafísica de la onda, argumenta que dichos eventos corresponden a causas que ponen en entredicho el prestigio de falsas instituciones; que si los jóvenes son el futuro del mundo, está claro que este mundo así como los llevan los adultos no les interesa.
El movimiento Hippie se manifestó no sólo en lo musical y el uso de las drogas alucinógenas, sino en el amor libre, éste como una forma de expresar la insatisfacción del sistema predominante. “Haz el amor y no la guerra«, fue el lema de una juventud que quería vivir de una manera más auténtica sus relaciones personales. “Vivimos en un mundo en el que nos escondemos para hacer el amor… pero la violencia se practica a plena luz del día”, decía John Lennon. Todo ello sacudió las nociones convencionales y conservadoras sobre cómo se debe expresar la sexualidad y bajo qué espacios.
La revolución sexual surge como una lucha generacional detrás de todos esos acontecimientos ya mencionados. Otro factor importante que contribuyó a su desarrollo fueron las conquistas en la medicina, no sólo en el aumento de la esperanza de vida, sino en la forma de abordar la sexualidad en las parejas. La aparición y aceptación de la píldora anticonceptiva y el uso generalizado del dispositivo intrauterino (DIU), permitieron practicar el sexo con fines placenteros antes que reproductivos.
De la misma manera el derecho de la mujer para decidir sobre su propio cuerpo, así como quitar de la lista negra en la psiquiatría a la homosexualidad como enfermedad mental, fueron espacios conquistados por dicha manifestación cultural.

Aparecen casi a la par revistas y libros de moda tanto para mujeres como para hombres, donde explícitamente se habla de sexo y de relaciones prematrimoniales. La diseñadora Mary Quant sube unos centímetros a sus faldillas y desata la moda de la minifalda. Le sigue posteriormente el bikini. Toda una contracultura que permeó en toda manifestación artística: cine, radio, televisión, literatura y música.
Por supuesto en esos años la censura por parte del Estado y de grupos conservadores no se hizo esperar. Una especie de negación cultural y de represión ante los acontecimientos acelerados de una juventud fortalecida que, buscaba por todos los medios disminuir al máximo los estereotipos; por un lado del machismo y su supuesta virilidad; y por otro lado, la estigmatización de la mujer en su elección de vida, o escogía la virginidad, la casa o el prostíbulo.
La acción, pues, de cambiar dichas estructuras no ha sido fácil, superarlas y dejarlas atrás sea ha pagado -y se seguirá pagando- caro, sin embargo, los cambios para bien comienzan siempre con una ruptura de la vieja usanza que por años han dañado a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.
De tal suerte que, lo interesante de todo este marco referencial, es cómo la sociedad experimentó cambios radicales es sus costumbres, en su estilo de vida, dando lugar a nuevas formas de enfrentar aquellas viejas creencias, fobias, estigmatizaciones, mitos y tabús que obstaculizaban las nuevas posturas que tanto la ciencia, la tecnología y la libertad de pensamiento aportaron a un mundo cada vez más renovado.