La poesía erótica sirve para erradicar la idea de que la sexualidad femenina está exclusivamente ligada a la reproducción y válida el placer como parte del espíritu de las mujeres.
Por: Nayeli García. R.
| 12 de mayo, 2022, Estado de México.
| Tiempo de lectura: 5 min.
El erotismo —entendido como aquello que exalta los deseos, el placer y une el amor con la sensualidad—, ha sido vivido y representado durante toda la historia de la humanidad. A veces acompañado de culpa y condena, en otras ocasiones expresado con mayor libertad y apertura, pero siempre presente.
Una de las formas de expresión en donde el erotismo ha permeado es la Literatura y más específicamente en la poesía. La estética del lenguaje, el uso de la imaginación, la creación de imágenes a través de la palabra y la sutil mezcla de amor y sexo han resultado en líricas especiales y necesarias.
Sin embargo, la representación erótica en la poesía— y en la Literatura en general— ha sido dominada por la mirada masculina. A pesar de que esta exaltación es propia de hombres y mujeres, el erotismo femenino ha sido ignorado y satanizado durante mucho tiempo, pues la forma en que las mujeres viven la sexualidad es distinta y en casi todas las culturas está más cargada de prejuicios; es por esto que la poesía erótica femenina resulta tan interesante y subversiva.

Las Pioneras
Pese a lo que podría pensarse, el erotismo femenino no siempre ha sido condenado con extrema dureza. En Grecia, Safo de Lesbos incursionó en la poesía erótica y amorosa, aunque la mayor parte de su obra se perdió, todavía existen fragmentos de su labor. De igual manera, hay registros de poesías eróticas con perspectiva femenina del antiguo Egipto.

Durante la Edad Media, sin embargo, la represión se aseveró por parte de la Iglesia, que condenaba cualquier manifestación erótica como cánticos diabólicos que estaban fuera de la moral. Aunque la censura no fue exclusiva para las letras femeninas, el pensamiento religioso de la época influyó con más fuerza en la concepción de la mujer y, entre otras cosas, se impuso la castidad como una virtud, lo que limitó la libertad sexual de las mujeres, incluso en épocas posteriores.
En el Renacimiento, a pesar de la búsqueda de la libertad, las letras hispanas todavía estaban sometidas a la moral religiosa y las poetas encontraron refugio en los conventos.
Es durante el Romanticismo cuando la poesía erótica comenzó a posicionarse en las sombras y bajo sutilezas, pero con la mujer como protagonista indiscutible. En épocas posteriores las poetas trabajan el deseo y la sexualidad lentamente, a veces camuflajean la pasión y la confunden bajo estereotipos, en otras ocasiones se manifiestan con pensamientos de corte feminista.

Finalmente, las guerras, las conquistas, la ciencia, las ideologías y la globalización modifican las visiones conforme el tiempo pasa, y todo influye en la lírica del deseo femenino, porque todo afecta a la mujer.
El Despertar
En la actualidad sabemos que la sexualidad, como las personas, es diversa. La visión de la sensualidad y el placer es un fenómeno personal, íntimo e irrepetible. Por eso, la poesía erótica da voz a las diferencias que conforman la sexualidad femenina, abre espacio para la homosexualidad, el autoconocimiento y la valoración del cuerpo como el centro del gozo.
Esta libertad lírica no sólo crea un vínculo entre lector-poeta, sino que también hace vibrar la realidad del público, induce a un replanteamiento de los tabúes personales, de los miedos y deseos propios. En un contexto femenino es elemental conocer las voces de otras mujeres y saber lo que dicen sobre el propio disfrute femenino, sobre los dolores y las barreras que otras han roto.

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Muestra de esto, es el poema «Las dos», en el cual Julia Santibáñez, de una forma casi inofensiva, retrata la dualidad de una mujer que cumple los mandatos sociales y al mismo tiempo se descubre y experimenta a través de su cuerpo sin temor:
Conoces a la yo calma,
a la coqueta inofensiva,
diurna y musical.
Quién sabe cuándo aflore
la maliciosa,
viperina y vengativa.
Pero sé que ambas se hurgan
el sexo.
Y se huelen los dedos.
El feminismo es otro factor que ha acelerado para bien el cambio de pensamiento y visiones entorno a la mujer y su mundo, lo que ha significado un gran cambio en los recursos literarios que las poetas utilizan ahora para referirse al placer y el deseo. La poesía erótica actual rebosa de una sutileza que nace por el amor a la estética lírica y no por miedo a la censura. Muestra de esta libertad es Ana Istarú, quién introduce lenguaje antes prohibido sin perder la belleza:
Mi clítoris destella
en las barbas de la noche
como un pétalo de lava,
como un ojo tremendo
al que ataca la dicha,
al que el placer ataca
y contraataca
con zumos delicados,
enfebrecidas salamandras.
Las Nuevas Barreras
Es importante entender que, aunque en la actualidad la libertad se da por sentado, las líricas femeninas de corte erótico todavía son renegadas en culturas diferentes e incluso bajo la mirada occidental, muchas poetas no reciben la difusión necesaria o son ridiculizadas por los críticos que limitan el erotismo a la mirada masculina.
Poetas actuales como Mar Beltrán aportan mucho a la visión del erotismo femenino y pueden introducir a los lectores a esta tendencia literaria. Así, la mirada femenina será desmitificada poco a poco, el placer de la mujer dejará de ser una aspiración y comenzará a ser una realidad no sólo plasmada en papel.