La luna | Relato

Doña Concepción, una gran admiradora de la luna y su misticismo, nos relata desde su propia experiencia, cómo el fulgoroso astro, puede crear una conexión entre dos enamorados. Y que, sin importar la distancia entre ellos, la luna, siempre buscará la forma de transmitir esos sentimientos.

Por: Verónica Chávez Toscano

| Martes 22 de febrero, 2022, Ciudad de México

| Tiempo de lectura: 3 min

¿Ya ha visto la luna? ¿No? Obsérvela, está radiante el día de hoy, aun así, hoy no percibo sus mensajes. No me mire así, sé que suena a locura, pero estoy convencida de que la luna nos manda mensajes y que cada vez que la miramos fijamente y nos sumergimos en su esplendor, es muy posible que nos entregue algún recado que alguien, en algún lugar del planeta, ha depositado para nosotros, sobre todo en esos días donde luce sus mejores galas. Es algo así como un buzón o como un mensajero elegante, cuando la contemplamos y pensamos en alguien muy especial, ella busca a esa persona, llama su atención y cuando ésta voltea, le transmite nuestro sentimiento y nos conecta con ella mentalmente. Seguramente está pensando: ¡ah que vieja más orate! Pero cuando conozca mi historia, se dará cuenta que la luna es cómplice de los enamorados.

Mire, hace muchos años, cuando estaba en la flor de mi juventud, era una soñadora, donde quiera que iba disfrutaba contemplar la luna, en cualquiera de sus fases, era una sensación increíble envolverme en su misticismo, olvidando todo a mi alrededor y en unas de esas tantas veces en que su magia me cautivaba, le pedí que me permitiera conocer a mi alma gemela y no lo va usted a creer, al poco tiempo de mi solicitud, me estaba casando con mi viejito. ¿Sabe? Fue una boda maravillosa. Hace dos meses fueron nuestras bodas de oro y no le voy a exagerar, pero todavía sentía esas mariposillas en el estómago cuando lo veía. Incluso en noches con luna llena, podía ver dibujado su rostro y su sonrisa pícara, vaya, lo veía con tal detalle que hasta podía identificar sus incorregibles ojeras. Y si cerraba mis ojos, podía sentir sus dedos acariciando mi cara y el aire me traía el murmullo de su voz. Le puedo asegurar que las pocas veces que tuve que separarme de él, volteaba al cielo, ahí podía encontrarlo y llenarme con su esencia. Estoy segura de que él también podía escucharme.

No, no se preocupe usted por mis lágrimas, es que hoy la luna luce diferente ¿Puede usted verlo?, su fulgor es un tanto apagado y por más que la veo y trato de envolverme en su magia, soy incapaz de encontrarlo, no logro identificar ni un solo indicio de su alma… Tal vez, solo tal vez, mi siguiente petición a mi amiga la luna sea reunirme con él muy pronto…

—¿Señora Concepción Rodríguez?

—Sí, Señorita, soy yo.

—Su trámite ya quedó listo, en este momento la carroza lleva el cuerpo de su esposo a la funeraria…

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