Amor constante

Desde tiempos antiguos, la literatura nos ha dado un sinfín de referencias sobre el amor. Ese elemento sublime y a la vez trágico del hombre; y que bajo sus imposibilidades ha tratado de llevarlo hacia la trascendencia, muchas veces, más allá de la muerte.

Por: Miguel Mariscal

| Guadalajara, Jalisco

| Tiempo de lectura: 5 minutos

Photo by Rosemary Ketchum on Pexels.com

Durante muchos siglos, el hombre ha tratado de explicar el amor y lo ha hecho desde distintas perspectivas. Regularmente, lo define como un sentimiento hacia alguien o algo que todos (de alguna manera) hemos sentido. Aunque el concepto lo definieron los filósofos antiguos, en nuestra actualidad tenemos mayor apego al sentimiento judeocristiano: amor a los padres, la familia, al prójimo, la pareja, la naturaleza, incluso a ciertas cosas o ideales. Bajo estos rubros encontramos aquel amor que trasciende –y este es nuestro tema- y se perfila a lo eterno, que de alguna manera es bueno, sufrido -tal vez- y sometido a fuego. Casi siempre es trágico, pero al final de cuentas Amor. La literatura nos da varios ejemplos de este tipo de amor.

Primero, la creencia del amor de Dios por la humanidad. Uno que “sobrepasa todo entendimiento” y por amor a ella dio a su unigénito al sacrificio –dice la Biblia. El apóstol Pablo en otras exhortaciones menciona del amor sufrido y benigno. Y más adelante menciona: “más cuando venga lo perfecto conoceré como fui conocido”; tal vez una visión a futuro del amor, ya como revelación. Un canto popular cristiano dice al respecto:

¡Oh amor de Dios!/brotando estás, inmensurable, eternal, / por las edades durarás inagotable raudal /. 

Vemos un concepto de amor que desborda, incompresible quizá para el entendimiento humano ya que trasciende toda lógica.

La Divina comedia Inferno – Dante Alighieri

Dante Alighieri nos detalla otro ejemplo. Una tragedia sorprendente de otro tipo de amor. Francesca de Rímini y Paolo Malatesta, dos amantes del renacimiento italiano, contemporáneos del propio Dante. Historia contada en la Commedia en el canto V del Inferno. Por razones políticas y problemas entre las familias de la nobleza italiana, Francesca fue ofrecida en matrimonio a Gianciotto, que por desgracia era hermano de Paolo. Francesca y Paolo se hicieron amantes, pero fueron sorprendidos por el marido y apuñalados por él hasta la muerte. Por si no fuera poco, los dos enamorados fueron condenados al infierno por su pecado, y castigados a ser arrastrados sin rumbo por una violenta tormenta en el segundo círculo dantesco.

"...Después me dirigí a ellos diciéndoles: Francesca, tus tormentos me arrancas lágrimas de tristeza y de compasión. Mas dime: cuando tan dulcemente suspirabais, ¿con qué indicios, de qué modo os concedió el Amor que os persuadierais de vuestros deseos todavía ocultos? (…) Leíamos un día por entretenimiento en la historia de Lanzarote, cómo le aprisionó el Amor. Estábamos solos y sin recelo alguno. Más de una vez sucedió en aquella lectura que nuestros ojos se buscasen con afán, y que se inmutara el color de nuestros semblantes; pero un solo punto dio en tierra con nuestro recato. Al leer cómo el gentilísimo amante apagó con ardiente beso una sonrisa incitativa, éste, que jamás se separará de mí, trémulo de pasión, me imprimió otro en la boca”.

La narración continúa diciendo que siguieron juntos en el tormento. Sin dudarlo es un amor producto de la desgracia, pero también de las pasiones. Su amor desdichado cruzó los límites de la vida, por supuesto producto de las tentaciones, a diferencia del divino, éste es un desborde de la carne, por llamarlo de manera llana.

Francisco de Quevedo, poeta, escritor y político del Siglo de oro.

Francisco de Quevedo, es otro ejemplo. El poeta español fue quien vislumbró en su poética un amor más allá de la muerte. Incluso su poema: Amor constante más allá de la muerte, nos remite igualmente a esa idea condicionada del hombre de convertirse en polvo después del deceso, pero aquí lo que lo redime de lo mortal es el amor. Si bien el amor del poeta se desenvuelve no en la otra vida como los amantes de la Commedia, sin embargo, su pasión la quiere llevar hasta lo último de los tiempos. Como los muestra aquí en estos versos:

…No verán de mi amor el fin los días:
la eternidad ofrece sus blasones
a la pureza de las ansías mías.

Quevedo sabe del límite del hombre, de su mortalidad, es consciente de que la muerte es sombra que cierra los ojos: “Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día”, y sabe además que ella librará su alma de afanes. Pero algo más sabe, que la muerte no puede arrasar el amor, ese que lleva su memoria: “su cuerpo dejará, no su cuidado; / serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado”.

En alusión al polvo, el poeta retomó la frase de Propercio en la Elegía 1.19:

“No temo yo ahora los tristes Manes, Cintia, mía, ni demoro los hados debidos a la pira final; pero que mi entierro tal vez carezca de tu amor…, este temor es más duro que las mismas exequias. No tan levemente se clavó en mis ojos el niño (Eros), que mi ceniza pueda verse libre de un amor olvidado”.

Y en la Elegía 7.4 es más clara esa alusión, cuando Cintia ya muerta se le aparece a Propercio para reclamarle sus infidelidades, y después de su aparición fantasmal lo sentencia diciendo: “serás mío y mezclaré el polvo de tus huesos con los míos”. Mil quinientos años después Quevedo lo repite con su extraordinario soneto de amor.

Orfeo y Eurídice, 1861. Camille Corot

Por último, otro ejemplo. Virgilio nos relata el mito de Orfeo y Eurídice. La amante muere mordida por una serpiente cuando intenta huir de Aristeo quien quería ultrajarla. El llanto de Orfeo era tal que le cantaba ininterrumpidamente día y noche. La narración dice que, “navegó por el cruel e inexorable río, donde Caronte arrastra dentro de la común barca las almas de los difuntos, Orfeo se atrevió a tocar su lira cerca de las aguas y venció a los dioses, y no tembló ante la mirada del terrible Can, por lo que gracias a su canto Orfeo persuadió a los poderosos señores y por el amor de su esposa se atrevió a descender al infierno”. De esa manera consiguió que su esposa le fuese entregada.

El mito de Orfeo y Eurídice, como las demás narraciones nos habla de ese Amor que es capaz de ir más allá de la muerte.

Como vemos existen en la literatura un sinfín de ejemplos de amor que trascienden la barrera de la vida; y que este tipo de amor tiende por lo general a la tragedia, aunque muchas veces se purifica en ella, en los eventos que llevan a un final mortal. Pero que finalmente buscan lo eternal. No sabemos si lo logran o no, pero es un buscar y un hacer posible (o imposible) para tal fin.  Octavio Paz cierra en La llama doble, que por amor vislumbramos en esta vida, la otra vida. Y que el amor no nos libra de la muerte, pero nos hace verle a la cara.

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