Un toque de locura

Llevar un toque de locura a la vida es abrir otros caminos, otros espacios; no es buscar la desorientación como recurso, sino plantear bajo este drama que es la vida, otros elementos vitales que rompan paradigmas, formas de pensar obsoletas

Por: Miguel Mariscal

| Jueves 13 de enero, 2022, Guadalajara, Jalisco

| Tiempo de lectura: 3 minutos

Por un error de revisión y de precisión por parte de Elena Poniatowska, la primera edición del libro Borges y México, de Miguel Capistrán, tuvo que ser retirada para su reimpresión. Su equívoco consistió en haber adjudicado el poema “Instantes” al poeta argentino Jorge Luis Borges. Dicho poema fue escrito por la poeta estadounidense Nadine Stair. María Kodama, esposa del poeta, dijo que le parecía un «excelente libro», pero criticó el «error verdaderamente imposible de imaginar». Parece ser –según Elena- que dicho error se propició cuando una amiga suya le entregó el poema asegurando que era del creador de El Aleph, y ella sin respingos ni comprobación alguna lo incluyó en una publicación para la revista Plural y para su libro Todo México de 1990.

Según estudiosos de las letras –o los curiosos de este suceso- dudan también que dicho poema sea de la estadounidense, ya que tampoco se conocen a ciencia cierta datos de dicha autora; incluso, conjeturan la presencia de un tercero en el asunto.

Del poema en cuestión:

            “Si pudiera vivir nuevamente mi vida, / en la próxima trataría de cometer más errores. / No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más / Sería más tonto de lo que he sido, /de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad....”

Por supuesto continúa unos versos más; sin embargo, el poema no pasa de ser una reflexión simple y llana (aunque válida), una introspección de un hombre en las últimas instancias de la vida, digamos un poema de buenos deseos; para nada un análisis profundo o existencial, aunque tampoco es una condición de la poesía. Aquí, en este caso, como dicen, «el hubiera no existe», por lo cual da pauta a la divagación. En resumidas cuentas el meollo del asunto es no tomarse tan en serio la vida, valorarla ya que está hecha de momentos, de instantes tan fugaces que en un parpadeo se acaba.

María Kodama y Jorge Luis Borges

«El poema Instantes de Nadine Stair en realidad es un mal ejemplo para la juventud porque la incita a vivir en lo banal”, argumenta la viuda de Borges. Sin embargo esa aseveración es cierta y no. Disfrutar, viajar, tomar las cosas sin darle la importancia debida cometiendo los mayores errores posibles y sentirte relajado, entre otras cosas, pues está bien para la tranquilidad, si el bolsillo lo permite, o si es el resultado de un premio al supuesto esfuerzo del trabajo individual, aunque dicha filosofía un tanto hedonista no empata con una sociedad cada vez más exigente, que propone como meta el éxito y el triunfo.

Disfrutar los momentos como los plantea el poema es plantearlos a destiempo, cuando se ha vivido de manera severa, estricta y el sujeto con el tiempo «abre» los ojos y reflexiona que ha pasado toda su juventud desperdiciándola en los quehaceres y afanes de la vida. Mas no plantea que si hubiera seguido el rumbo del placer por el placer tal vez no llegaría a una reflexión tal como lo dice el poema, por lo contrario se arrepentiría de no haber sido un hombre previsor. Para muchos despilfarrar la vida, tirarla y vivir el momento como la cigarra de la fábula, sin proveer para el futuro es rayar en la locura.

Erasmo, el viejo filósofo de Rotterdam plantea la otra cara de la moneda al hacer una apología de la locura; vista esta como los viejos vicios del hombre: insensatez, ira, irracionalidad, falta de cordura, pereza, entre otras de mayor gravedad. De manera irónica, pero contundente el filósofo tunde parejo a toda una sociedad encharcada de sus absolutos y verdades impostadas desde la Edad Media. Hizo frente a la ideología imperante, a las llamadas ‘locuras’ morales, intelectuales, religiosas y sociales de su entorno; burlándose de sus representantes: clérigos, nobles, filósofos y gobernantes.

Erasmo de Rotterdam

Todos estos “vicios” son inherentes al hombre, a su naturaleza humana, lo que le permiten llevar una vida con mayor ligereza. Y no es que el sabio plantee una vida sin mesura; sino al contrario, apostar por un toque de locura a nuestra existencia, tomarla como la sabia maestra de la ciencia, la razón y la convivencia; como un impulso creador, atrevido y desafiante de esta tragedia que es la vida. Ella se nos presenta en medio de la vorágine para aliviar las calamidades que los supuestos cuerdos nos acarrean.

De dónde han salido tantas curas, tantos remedios, tantos razonamientos que han traído beneficio a la humanidad, si no es a través del osado, del irreverente, o del necio, o del que viaja buscando nuevas rutas desafiando paradigmas con acciones juzgadas por locuras, de mujeres arriesgadas luchando por sus derechos y de viejos que son jóvenes por sus disparates, de clérigos que cuestionaron sus dogmas reforzando su fe.

En efecto, llevar un poco de locura a la vida y a todos los ámbitos del hombre, llámese ciencia, sociedad o arte es abrir puertas, descubrir nuevas posibilidades; esas mismas que el canon o el dogma obstruyeron. “Ninguna gran mente ha existido sin un tinte de locura”, dijo Aristóteles.

Creo es también dotar al alma de soltura, iluminación y quietud, y por qué no, un tanto de felicidad.

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