Un año nuevo comenzaba. Sin embargo, para Chucho, solo había traído tristeza y desesperación. Había perdido su empleo poco antes de navidad. Él y su esposa Vicky trataron cuanto pudieron de hacer rendir su dinero sin poder conseguirlo. Chucho jamás se imaginó lo que el destino le tenía preparado y que podría cambiar su vida para siempre.
Por: Verónica Chávez Toscano
| Sábado 8 de enero, 2021, Ciudad de México.
| Tiempo de lectura: 3 minutos

Ese primero de enero del nuevo año, Chucho se despertó muy temprano para salir a buscar trabajo, la situación era difícil, había quedado desempleado recientemente, por lo tanto, él y su esposa trataban de hacer rendir el poco dinero que les quedaba. Terminó de bañarse, mientras se lavaba los dientes se miró al espejo y observó: los surcos prematuros en su piel tostada, su cabello rebelde que solo lograba acomodar con una copiosa cantidad de gel para peinar, sus ojos cafés que irradiaban tristeza. Mientras terminaba de vestirse, su esposa Vicky, le preparaba un modesto desayuno y atendía a su bebé de unos pocos meses de nacido.
Los dos estaban inmersos en sus actividades cuando alguien tocó la puerta de su pequeño cuarto de azotea…
—Buen día, tengo una entrega para el Sr. Jesús Hernández—dijo un joven con aire indiferente.
—Debe ser un error, yo no he solicitado nada—dijo Chucho en tono preocupado y con cara de confusión.
—Si usted es Jesús Hernández, los artículos son para usted, firme aquí por favor.
—¿Tengo que pagar algo?
—No, Señor, su cuenta ya fue saldada.
Con cierta desconfianza firmó los documentos de recibido, una vez hecho esto el mensajero le comunicó que subiría las cajas y se puso en marcha
Su esposa y él se miraron perplejos uno al otro. A los pocos minutos empezaron a subir algunas charolas con comida de todo tipo, así como varias cajas envueltas para regalo.
—Ya terminamos patrón, no se preocupe por la propina, ya está todo cubierto.
Los cargadores se retiraron, Chucho y Vicky se quedaron completamente sin palabras, viendo todo lo que había a su alrededor, pero, además ocupaba una buena parte de su habitación.
Con sigilo empezaron a abrir las cajas, en ellas encontraron montones de regalos: juguetes, artículos para bebé, ropa, zapatos. Además, les habían llevado comida suficiente para gozar de un festín por algunos días. La sonrisa se dibujó en la cara de Vicky, se volcó a abrazar a su esposo agradeciéndole la sorpresa, sin embargo, con tranquilidad la sacó de su error y le dijo que no había sido él.
Chucho empezó a buscar entre los regalos alguna nota o algún indicio que le indicara quien era el autor de aquella sorpresa; finalmente, encontró un sobre blanco, con gran ansiedad empezó a abrirlo para resolver tan grande incógnita pero, al sacar la pequeña hoja blanca contenida en su interior, salió abundante polvo blanco que rápidamente se esparció por toda la habitación. No tuvo tiempo de pensar en lo que estaba ocurriendo, se sintió mareado, su visión era borrosa y sin remedio se desvaneció.
Al abrir los ojos se encontraba en una habitación en penumbras, se levantó con mucha dificultad, el cuerpo le pesaba, los ojos le ardían, observó a su alrededor, era bastante lúgubre, con apariencia antigua, había una sala de madera con terciopelo rojo, alcanzó a ver un escritorio enorme con un pisapapeles en forma de águila y una silla alta, al lado derecho había un enorme librero, envidia de cualquier lector, bajo sus pies se encontraba una mullida alfombra roja. De pronto. escuchó una puerta abrirse a sus espaldas y de súbito dio un brinco para alejarse. Vio una silueta oscura que entraba, un hombre con un abrigo largo, obscuro, pantalón y zapatos negros, pero lo que más llamó su atención fue su sombrero anticuado de copa, las solapas levantadas le impedían ver sus facciones.
—Vaya, ya estas despierto. Me alegra, así podremos empezar a negociar—dijo el hombre con voz grave y pastosa.
—¿Quién es usted? —preguntó Chucho casi en un grito. Estaba muerto de miedo.
—Tú me conoces muy bien, te he estado observando desde hace algunos meses.
—¿Qué es lo que buscas? Yo no tengo nada que ofrecer.
—Tienes más para ofrecer de lo que te puedes imaginar—le contestó en tono burlón—Podrías tener todo lo que quisieras, sin tener limitaciones nunca más, lo que hoy recibiste en tu casa, no es nada comparado con todo lo que te puedo ofrecer.
—¿Acaso esto es una broma?
—Por supuesto que no, mi amigo, simplemente quiero algo que tu tienes, algo muy valioso para mi. Podríamos hacer un intercambio, con el cuál, tu jamás tendrías que preocuparte por falta de dinero. Solo tienes que decir que si…
—¿A que te refieres?
—A tu pequeño hijo, si me lo das, jamás te faltará nada, tendrías riqueza y tú podrías reemplazarlo muy pronto. Un trato bastante conveniente, es tan pequeño que ni siquiera sientes afecto todavía por él.
—¡¿Acaso estas loco?! Jamás te daría a mi hijo.
—Piénsalo, es un trato bastante conveniente, los dos tendremos lo que deseamos.
—Si te lo doy, ¿Jamás lo volvería a ver?—Dijo en tono pensativo.
—Nunca más, pero siempre el destino podría decidir otra cosa. Tal vez no lo vuelvas a recordar, tu nuevo hijo tendrá todo, no le faltará nada. Y tú, nunca volverás a padecer por no tener dinero en año nuevo. Nadie, ni tu esposa notarán que me lo he llevado.
—¿Y Vicky? No aceptará por supuesto.
—Ella ni siquiera notará su ausencia, pero si podrá observar que puede comprar todo lo cuanto se le antoje.
Había sufrido tantas carencias en su vida y la posibilidad de tener todo cuanto quisiera le hizo tomar la desición. Convencido, Chucho firmó un contrato donde se estipulaban las condiciones del trato realizado. Una vez concluido el proceso, empezó a retractarse, pero de pronto, escuchó una risa escalofriante, la cuál, le erizó los vellos.
—¡Acaben con él! —Gritó el hombre de negro y, ante esa orden entraron dos hombres a la habitación, lo sujetaron con fuerza, le cubrieron la nariz y la boca con un paño, Chucho fue incapaz de poner resistencia.
Al cabo de un rato, Chucho abría rápidamente los ojos mientras gritaba con desesperación.
—¡Nooo!¡Nooo!
—Cariño, es solo una pesadilla tranquilízate.
Chucho, volteo con sorpresa y vio a su esposa sentada junto a él en la cama, miró a su alrededor y su habitación era enorme y llena de muebles lujosos.
Se levanto de golpe y empezó a recorrer la enorme casa, abriendo con desesperación, todas y cada una de las puertas encontradas a su paso. Vicky finalmente lo detuvo.
—¿Pero, que te pasa?¿Estás buscando algo?
—¡Nuestro hijo!¿Donde está nuestro hijo?
—¿Acaso te burlas? —Le dijo ella con los ojos llenos de lágrimas.
—Estoy hablando en serio, ¿Dónde está?
—¡Estas mal de la cabeza, jamás hemos tenido hijos! ¡Somos estériles!
—¡¿Qué dices!? No puede ser cierto…
Desde entonces Chucho vaga por las calles del centro de la ciudad con la cabeza gacha, su abrigo negro y su sombrero de bombín, buscando a algún necesitado capaz de vender hasta a su propio hijo y que le ayude a liberar un poco su culpa.