Por Mario D. Kuma
Martes 13 de julio, 2021, Ciudad de México.
«No existe nada que sea presente a sí mismo con independencia del otro en la constitución del mundo»
J. Derrida
Mucho hemos escuchado y leído acerca de la deconstrucción de la masculinidad, pero ¿A qué se refieren los autores cuando acuñan este término? Bien podría entenderse como sinónimo de destrucción, como una idea de destruir todo lo aprendido acerca de cómo ser hombres, en este caso, la idea de como ser padres, esto no puede, ni debe entenderse así, pues al final termina siendo una violencia simbólica.
Como tal, la deconstrucción, no es más que un reacomodo, no una destrucción sino un proceso de autocrítica y reflexión, en el que podamos como hombres, dar fe de nuestra realidad y los privilegios que se nos han dado por un sistema patriarcal, en el cual se termina por invisibilizar a las mujeres, así como también se les termina delegando responsabilidades que deberían ser compartidas, en este caso la crianza dentro de la paternidad y maternidad, dicho esto, queda claro que la deconstrucción de la paternidad no es más que una remodelación, de pies a cabeza, de la idea de cómo ser padres, de forma responsable.
Es necesario comprender que en la historia de la humanidad, el sistema patriarcal ha sido hegemónico, es decir, ha sido dominante, por tanto, sin darnos cuenta, sólo por el hecho de nacer hombres (varones) se nos otorgan privilegios sobre las mujeres, que en gran mayoría de las veces, son normalizados, incluso por ellas mismas (culpa de la ideología misógina, machista y patriarcal).
Es posible darnos cuenta de esto si volteamos a ver a las familias, desde la propia, hasta la de los vecinos, (incluso la idea de familia tradicional es parte de este sistema) de este modo podemos observar, los roles que se van asignando en función del género de cada miembro que la conforma y como esto termina por permear el desarrollo de cada individuo, creando un sesgo psicosocial y de desenvolvimiento con el otro (la humanidad).
Es entonces necesario comprender que, como hombres, hemos sido educados y formateados bajo la imagen de ser el proveedor, el fuerte, sin emociones, el que manda y por tanto una máxima autoridad dentro de un hogar, por tanto es incuestionable todo aquello que un padre de familia, hace y dice. Esta idea resulta sumamente triste, pues deja una imagen de hombre que no puede establecer vínculos afectivos o pedir ayuda y esto corta de tajo la posibilidad de entender la alteridad de todos los que conforman un contrato social, como lo es la familia y que, a su vez, cada miembro posee derechos y obligaciones para con los otros y el contexto que los rodea.
Resulta imperativo, entender que, en el momento que se decide la paternidad, estamos ejerciendo un poder y violencia simbólica, sobre un ser que no es capaz de tomar en sus manos su libertad, por tanto, en nuestras manos está una vida y la posibilidad y responsabilidad de crear imágenes de humanidad, vida y mundo para que, ese ser humano, se desarrolle en pos de recrearse por sí mismo, llevando a cabo una libertad responsable, haciéndose cargo de su entorno y de sí mismo en tanto de las decisiones que este tome.
Lo anterior, suena demasiado complejo, es menester, voltear la mirada al daño que se ha causado en generaciones completas, debido a que la idea de lo dominante ha prevalecido y se normalizado. Para muestra, basta ver nuestros patrones de crianza, en donde mamá era quien cuidaba de nosotros y papá trabajaba 8 horas o más, desentendiéndose del trabajo no remunerado de casa y aún peor, exigiendo recibir un trato preferencial, sólo por ser el padre y por tanto, la cabeza de la familia.
Este modelo tiene y debe de cambiar, ser abandonado, como hombres debemos comprender que no somos unicornios mágicos, si nos atendemos a nosotros mismos, si atendemos los deberes domésticos y mucho menos si nos encargamos de nuestros hijos, eso es únicamente, ejercer una funcionalidad como ser humano; igual de importante resulta, trasmitir este mensaje a nuestros hijos, aun cuando ese mensaje choque con las ideas que escuchan en otros lados y así, tomarnos el tiempo de explicarles el por qué de estas ideas, esto es compartir la crianza, romper los patrones de crianza, informarse y dejar de reproducir las conductas misóginas aprendidas durante la infancia.
Al final, deconstruirnos como hombres para ser padres y guías de nuevos seres humanos, resulta un proceso, parecido a una visita al dentista por una muela dañada, no es nada placentero, pero es completamente necesario por salud, ya sea mental, física y por supuesto emocional, más que nada, es comprender e interiorizar, que los tiempos han cambiado, que debemos evolucionar en nuestra relación para con el mundo y que tenemos una responsabilidad ética con nuestro contexto social, de ejercer una paternidad responsable.