Por: Jorge. F. Quiroz
Miércoles 7 de julio, 2021, Ciudad de México
En 1999 después de el intento de reformas las cuotas y pagos de diversos servicios escolares, el alumnado y profesorado de la Universidad Nacional Autónoma de México se posicionó en paro laboral y estudiantil para evitar la privatización de la educación.
Una de las mejores universidades de América latina y del mundo es la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), según datos de El Economista. Esta magna universidad ha dado cabida a las mejores mentes de la sociedad mexicana. Inclusive, los tres premios Nobel que galardona México han salido de sus aulas.
Es por muchos conocidos la actividad militante de la Universidad, especialmente el compromiso político de sus alumnos (y de muchos de sus docentes). Como tal, estas luchas sociales nunca han sido fáciles y han acarreado grandes problemas para el status quo de la política mexicana.
Este compromiso social ha llevado a muchos universitarios a perder la vida a manos del propio Estado, de grupos paramilitares, de mercenarios políticos y, más recientemente, del crimen organizado, reportados por medio como Animal Político, Milenio Noticias y las manifestaciones de estudiantes y alumnos que se han movilizado en Ciudad Universitaria.

Foto tomada de la Jornada
El cisma más “reciente” dentro de la comunidad universitaria, que realmente trastocó todos los niveles dentro de esta institución, fue el llamado paro de 1999-2000 ¿Por qué este paro fue tan importante y al mismo tiempo tan invisible? Esa es la cuestión principal de este articulo.
Algo de Historia
En el año de 1999 el entonces rector Dr. Francisco Barnés de Castro presentó ante el pleno universitario una Reforma del Reglamento General de Pagos. En la cual las cuotas de ingreso, reingreso, servicios, así como muchas actividades académicas se volvían de carácter obligatorio.
Los estudiantes tendrían que pagar 15 días de salario mínimo para Bachillerato y 20 días para Licenciatura. Lo que en aquel entonces sería aproximadamente $521.25 y $1,378 pesos mexicanos, respectivamente. Si esta ley fuese vigente hoy día, cada estudiante tendría que pagar la cantidad de $2,460 pesos como cuota de licenciatura y eso sin contar inflación y demás gastos.
Es decir, que la carga de gasto en una Universidad pública la llevarían los alumnos. Algo a todas luces ridículo. Evidentemente este era el primer paso para la privatización total de la Universidad, replicando el modelo financierista chileno.
Recordemos que el desmantelamiento universitario empezó a maquinarse desde el sexenio de Salinas de Gortari, junto con el entonces rector: el pérfido Dr. José Sarukhán Kermez (académico e investigador hoy día) y su sucesor, el inepto de Francisco Barnés dio el primer golpe a la vida universitaria, siguiendo la misma lógica.

Fue entonces que la huelga comenzó el 20 de abril de 1999 y finalizó en febrero de 2000 con la policía preventiva entrando a la universidad, bajo el mandato del esquizofrénico presidente Vicente Fox Quezada.
Los estudiantes, los más afectados
El balance final del paro fue la derogación del plan «Barnes” como se le llamó. Sin embargo, se perdieron muchas cosas. El pase automático de muchos bachilleres, el cual sólo la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) y el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) lo conservan, la aplicación del examen de la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (COMIPEMS) y la aplicación de examen de ingreso al nivel superior.
Sin duda la mayor pérdida fue la dignificación del estudiantado universitario, deshonrados por las malas prácticas y visiones radicalizadas de los pseudo marxistas y jacobinos trasnochados que viven de las instalaciones universitarias desde entonces.
Así también, sobajados por los sectores privados y empresariales, caso “curioso” que el Consejo Coordinador Empresarial (CCP) y la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) estuvieran en contra del paro y tildaran a todos los universitarios de mediocres y huevones.

Foto tomada de la Jornada
Debido a esto los que tuvieron que cargar con la vergüenza y el desasosiego de la Universidad, fueron los propios estudiantes que no podían seguir con sus estudios, esto porque ya eran irregulares o no habían cumplido en tiempo sus estudios y tampoco podían laborar porque tenían el estigma de ser de la UNAM.
Nuestra casa de estudios ha vivido tiempos difíciles y, es precisamente, deber de los universitarios enaltecer a la institución, no dejar que caiga en manos de unos cuantos, por ambiciones personales.
La generación que vivió en carne propia los acontecimientos de la huelga del 99 fue y son un ejemplo para los universitarios; ya que todos ellos defendieron los derechos y ciertos privilegios que gozamos los universitarios de hoy día. Alumnos, docentes, trabajadores y varios administrativos son representantes dignos del compromiso social y pedagógico de la calidad que se imprime en cada estudiante de esta casa de estudios.
Aprendamos pues, que no hay que dejar que se nos niegue aún más el derecho a una educación pública, por grupos particulares, por familias que se sienten aristócratas o por grupos de choque que creen el dogma de la “revolución”.
La dignidad de una raza, se presenta en el esplendor de su espíritu y no hay acto más espiritual que el acto ético.