Por: Jorge F. Quiroz
Miércoles 23 de junio, 2021, Ciudad de México.
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.
-Jorge Luis Borges
Hoy día en pleno siglo XXI, hay una pregunta inquietante. De entre todos los “artistas”, influencers y opinológos. ¿Cuántos de ellos son poetas? ¿Conocemos algún poeta renombrado de nuestra época?
No hay que mal entender esto, no decimos que no se siga escribiendo poesía. Sin embargo, pareciera que es cada día más inaccesible. Esto debido a que la comunicación masiva ha reducido nuestra capacidad de extender el lenguaje, el cual debe ser breve, conciso y simplón. Y peor aún, un mensaje debe codificarse en 280 caracteres en las redes sociales.
La inmediatez y la contingencia, son la norma en la comunicación de hoy día. Esta generación (de la que este servidor es parte) creció en el anonimato de la comunicación, el malestar de la masificación, la soledad de estar siempre conectado.
Por lo que cabe preguntarnos ¿Tiene la palabra poética relevancia en una sociedad efímera? ¿Es posible poetizar en nuestro tiempo?

La palabra poética ha sido parte de la cultura humana. Estabilizó el tiempo primitivo y dio paso a la historia en la memoria humana. Tal es el ejemplo de la Ilíada o Gilgamesh, ambas poesías, ambas piezas fundamentales para su cultura (griega y mesopotámica respectivamente).
La poesía fue la manera simbólica de entender el mundo, el verso lírico le dio sentido a la cultura humana, ya sea oriental u occidental; y ha formado parte de la cultura y el arte. Los tiempos modernos nos han provisto de grandes poetas también: de la locura divina de Hölderlin, la sensualidad oscura de Baudelaire, la rima intelectual de Borges y así la lista es inabarcable.
Sin embargo, la poesía es un género que ha caído en desuso. Desplazada por la novela (de cualquier índole) y otro tipo de géneros (al mismo tiempo estos géneros ya no son tan doctos como antes, ya nadie hace novelas como las de Mann o Shelley).
Pareciera que el lenguaje ha perdido su capacidad simbólica, que ya no tiene la capacidad de comprender el mundo ni lo humano. Sino unicamente “explicar” rudimentaria y técnicamente los hechos.
Esto se agrava en la cacofonía narcisista de las redes sociales. Irónicamente, la gran red que se planteó como acceso a una gran cantidad de información, hace todo, menos informar y mucho menos, generar conocimiento.

En este contexto, la palabra poética es un “ave rara” dentro de la cotidianidad de la vida.
El acceso a la cuestión poética, debe ser, primeramente por gusto. Si usted, querido lector, pretende leer literatura o poesía en específico, tenga claro que no lo hará más inteligente. La creación literaria es ciertamente una ráfaga del intelecto, sin embargo, leer a Borges no lo hará tan inteligente como él.
La poesía, como ámbito estético, tiene como función el deleite estético mismo. No es un deleite efímero. Es precisamente un deleite elevado.
Finalmente, pensemos que no es que los poetas hayan enmudecido. Sino que el bullicio del mundo moderno, han hecho que la voz poética haya bajado su intensidad. Como si los poetas ya no hablaran, únicamente murmuran. Este murmullo clandestino sigue siendo sumamente importante para nuestra condición humana.
Hemos señalado que pareciera que los poetas enmudecieron, lo cual no es así. Sin embargo, lo que sí ha sucedido es que la humanidad se ha hecho sorda ante el fenómeno poético.
Hagamos, pues, a la cuestión poética un fenómeno más familiar, más cotidiano; que conmueva la anónima y fría modernidad del hombre. La poética es el fuego que aviva la situación rutinaria del hombre.
Referencia: Gadamer, H. G. (2016) Poema y diálogo, Editorial Gedisa: Barcelona.