Por: Santiago Garcés Moncada
La imagen en mis ojos se detuvo de golpe al igual que el sonido de la ciudad, el rozar del metal contra el metal dejó de ser estridente, todo era silencio ahora. Aunque yo estaba en el aire, parecía levitar en la avenida, como si me hubiera congelado en aquel instante previo a la caída. Mi cara de terror se reflejaba en el espejo exterior del edificio frente a la calle, pero ya no sentía miedo.
Se había rasgado mi chaqueta favorita, tendría que coserla al regresar a casa… Nunca antes había sentido la ciudad tan tranquila, la vida parecía un fotograma en el que la acera lucía su belleza cotidiana para mí. Un transitar de personas, detenidas como estatuas, simulaban lo que era un instante cualquiera. Una mujer con su bebé me hizo revivir tiernos momentos de lo que fue mi niñez, y el sabor de la leche materna volvió a mi boca aunque no recordaba cómo era. El niño con el globo era una metáfora clandestina de mi infancia y de mis sueños, pude ver los colores de las tizas sobre el tablero del colegio, el uniforme manchado de lapicero, y la cara de Juana, mi mujer, que apenas era una niña en aquel recuerdo que se dibujaba sobre la superficie de ese globo. Podía ver todas sus caricias y sus besos reflejados en las manos de dos adolescentes que caminaban tomados de ellas como alguna vez lo hicimos nosotros, ¿qué me tendría preparado para el almuerzo?, solo podría saberlo al volver a casa.
Seguí mirando, la acera se acababa en la limitada quietud de mi pupila. El hombre de traje, y su llamada silenciosa, trajeron a mi mente la entrevista de trabajo a la que iba un poco de afán. No sé cuánto llevaba levitando, pero ya me había acostumbrado a esa levedad. El semáforo seguía en rojo, un viejo a mis espaldas, reflejado en el mismo espejo donde veía mi rostro, permanecía sentado mirando a las palomas, y su gesto de felicidad me hacía fantasear con el futuro, pero, sin darme aviso, el tiempo continuó y la gravedad volvió a mí. Ningún almuerzo, entrevista o beso me esperaría luego de esto, el choque de mi moto contra el camión me lanzó contra el parachoques que me apagó las luces antes de que pudiera darme cuenta.
Sobre el autor
Santiago Garcés Moncada nació en Itagüí el 3 de junio de 1999, ganó el 1º lugar en el 1° y el 3° premio municipal de poesía y cuento corto de Itagüí (2018 y 2020) y es co-autor de los libros con las obras ganadoras de estos, es co-autor del libro “Deshielos de tinta” (2019), ha publicado en más de cuarenta medios diferentes en alrededor de doce países, entre latinoamericanos y europeos. Participó de la antología de cuentos “Antes del 2020” publicada por la editorial mexicana DINKreaders. Actualmente es miembro del taller literario Letra- Tinta y es cronista de la revista Bohemia.