Por: Jorge F. Quiroz
2 de junio, 2021, Ciudad de México
El circo en que se ha convertido la política que hace de todos menos buscar el bien común, los políticos se han transformado en monos cilindreros que entretienen y divierten, pero no sirven de nada.
En estos tiempos electorales, para nuestra mala suerte, la clase política hace valer su peso en oro.
La política y las campañas electorales son una demostración del circo en el que se ha convertido la labor de “gobernar”. De canciones, spots publicitarios, propaganda y hasta la guerra sucia. Todo vale en este juego.
Así mismo, como ciudadanos nos hemos quejado arduamente de la forma tan “mexicana” de hacer política en nuestro territorio. Sin embargo, estas formas son tan bien promovidas (o por lo menos vistas como cosa menor) por la sociedad, que somos nosotros.
La complicidad entre gobierno y sociedad son en verdad la corrupción. La corrupción en una sociedad no es una forma en la que se “mueve” el sistema, es la negligencia de la sociedad la que permite el asentamiento de estos modos de proceder.
Y nos guste o no, la política es un reflejo, espejo negro, de nuestra sociedad. La democracia no es ir a votar, eso no basta. Eso es un mero formalismo. La democracia (según la RAE) se define como: “Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”.

La cual, en términos generales, es correcta, quizá, únicamente a la única democracia como Dios manda que fue la griega (especialmente la de Pericles). No obstante, la democracia es la organización de todos para el mejor vivir (bien estar social). Esta definición quizá moleste a más de un político, militante o a un pérfido científico político, pero esa es en esencia la democracia.
La participación de todos, ya sean ricos o pobres, albañiles o empresarios, agricultores o intelectuales es lo que fomenta una democracia sana. Si la democracia por sí misma no permite el desarrollo social y económico de las personas, entonces no sirve para nada. Aquel que crea lo contrario, lo invitamos amablemente a acudir con un especialista en salud mental.
Es precisamente el problema de la política mexicana (y quizá del mundo), que los locos son los que rigen, más no los pensantes. Ya sea de cualquier partido, los religiosos que creen vehementemente en la revolución y la dictadura obrera o los otros religiosos, que se creen santos o aristócratas, por el simple hecho de poseer más que los demás, sin ninguna virtud moral.
Y la malaventura de los mexicanos se ve sellada por las malas decisiones de nuestros políticos corruptos, entreguistas y con una completa falta de visión social. Sin olvidarnos de sus compinches de la plutocracia.
El Rey Filósofo
Hecha ya la queja anterior, que más nos queda como sociedad ¿Dónde podemos encontrar algún tipo de luz en la oscuridad política? La necesidad de un político ideal, pareciera romántica, pero es necesaria.

La falta de un marco de referencia permite que cualquier piltrafa humana pueda gobernar. Como ciudadanos necesitamos exigir una forma consolidada de mandatario. Una formación del político alejada de su imagen, su narcisismo y su ignorancia.
Por último, dejaremos una cita de la República de Platón, con el fin de guiar al lector:
«A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona poder político y filosofía […] no habrá, fin de los males para los Estados ni tampoco, creo, para el género humano«
Platón (2014) La República. Barcelona: Gredos. pp. 181/ 423d