Por: Adi Alcán
23 de abril, 2021, Ciudad de México
Han pasado 27 años y aún recuerdo lo que sucedió como si hubiera sido ayer. Todo comenzó cuando mis papás decidieron mudarse a vivir con mi abuela, no recuerdo bien los motivos que los llevaron a tomar esa decisión, sólo se que fue muy poco el tiempo que estuvimos ahí.
Mi abuela vivía con una tía y sus dos hijos, era un departamento de una unidad habitacional que se acababa de construir, a la periferia de la Ciudad de México.
A los pocos días de estar ahí, mi mamá le comentó a mi papá que se encontraba preocupada, porque llevaba algunas noches viendo a un hombre muy alto con un sombrero que le tapaba el rostro, el cual ella veía que atravesaba la ventana y presentía que tenía la intención de llevarse a mi hermana, que en ese entonces tenía 2 años. Mi papá, escéptico, le decía que seguramente había sido un sueño. Sin embargo, ella le insistía en que no era un sueño y que no le había dicho nada anteriormente, pero esa última vez sí se había asustado, porque el hombre se había subido encima de ella mientras se encontraba recostada, y era muy pesado y con manos muy frías.

Pasaron los días y llegó de visita mi tía Marcela, hermana de mi mamá, ella a los pocos días de estar con nosotros se percató que mi hermana hablaba con alguien en los rincones del departamento, contándole su nombre, su edad y en ocasiones se reía como si le contaran chistes.
Un día mi primo y yo nos encontrábamos jugando en la sala, mi tía Marcela cuidaba de mi hermana, mientras escuchábamos música, pero todo cambió en el momento que se nos ocurrió poner una canción de adoración y alabanza de índole cristiano, que llevaba por nombre “Glorificad A Jehova” para ser exactos, recuerdo que algo llamó nuestra atención, no recuerdo si fue un ruido o algo más, pero todos volteamos y vimos cómo una roca del tamaño de un limón atravesaba la puerta de una recámara y se dirijía hacia nosotros, con tal fuerza que tiró un contenedor de cassettes y dejó una marca en la pared, ese momento, a pesar de haber sido una cuestión de segundos para mí, fue como haber visto la escena en cámara lenta, porque vi la trayectoria de la piedra y vi como mi tía tiraba de mi hermana, para alejarla de la trayectoria de la roca, y al final como voló el contenedor de cassattes seguido de otra roca que surgió de otra dirección totalmente diferente, rompiendo el vidrio de una vitrina seguido de un fuerte olor a gas.

Mi tía nos tomó de la mano y decidió que salieramos de la casa. Al poco rato llegó mi abuela, ella había ido a inscribirnos a la escuela y por eso no se encontraba en casa, y yo recuerdo que no quise entrar hasta que llegara mi mamá. Después de eso estuvimos poco tiempo viviendo ahí.
Aún no me explico qué fue lo que pasó en ese lugar, hay muchas teorías, pero no olvido ciertas cosas que, aún hoy en día, no tienen una explicación lógica para mí, pues para haber sido hecho por humanos la fuerza con que eran lanzadas y la posición del departamento resulta francamente imposible, porque a pesar de que yo eran niña aún tengo claro la fuerza del golpe de las rocas y el olor a gas; y pensar que todo lo detonó una canción cristiana, además de que a partir de ese día y al pasar de los años en mi vida todavía me siguen sucediendo fenómenos inexplicables, pero bueno eso ya será otra historia.
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