Antígona o de la Ética universal.

Por: Jorge F. Quiroz

Las mujeres en el mundo antiguo han sido, ciertamente, invisibilizadas. Nos ha llegado a cuenta gotas ciertos perfiles y visiones sobre la feminidad, esto provocado por la censura y el olvido. Tal es el caso de grandes figuras como Hipatia de Alejandría, Safo de Lesbos o Areta de Cirene. La figura femenina en esta época no se salvó de su representación literaria y mitológica. Este es el caso de Antígona (caso que nos compete).

Antígona es una obra del gran poeta trágico Sófocles. En esta obra nuestra protagonista; hija del Rey Edipo, que junto a sus hermanos ,desencadenará una de las mayores afrentas políticas en la Literatura. Poniendo en cuestionamiento ¿Qué ley es mayor? Las leyes del hombre o las leyes morales del espíritu.

Antígona, Ismene, Polinises y Eteocles, hijos del gran rey Edipo, tras su exilio, éstos últimos entran en conflicto para saber quién gobernará la ciudad (Tebas). Esto degenera en una guerra civil dentro de la ciudad. Polinises lidera un ejército invasor, con el fin de tomar la ciudad; Mientras que Eteocles lidera las fuerzas propias de la localidad, esta escaramuza lleva a la muerte a ambos hermanos. Sin embargo, a Eteocles se le es condecorado como protector (post mortem) de la urbe. Mientras que a Polinises se le califica de traidor y por tanto, se le ha negado todo derecho (civil) a un entierro digno, condenando al cadáver de éste ha ser devorado por el polvo y las bestias. A lo que su hermana. Antígona, se niega.

Fachada del Partenón en Atenas.

Creonte, gobernante provisional de Tebas, y tío de los jóvenes, explica de manera espléndida sus argumentos para negarle dicho derecho a su sobrino muerto, basándose en una visión meramente jurídica. Sin embargo, la aventurada Antígona se niega a acatar dicho dictamen y comienza a realizar los honores funerarios de su hermano (antes del entierro del cuerpo). Por lo cual es arrestada y llevada a una cueva adaptada como celda; Y condenada a morir en la misma.

Creonte lleno de temor ante los dioses y presionado por señales de mal augurio; advertido por el profeta Tiresias, y ante la admonición de la muerte de uno de sus hijos, acepta darle un sepulcro digno al cuerpo; Ello sin liberar a su sobrina del castigo ya impuesto. Pero es demasiado tarde, Antígona se ha suicidado en su celda, ahorcándose. El primero en encontrarla es Hemón, su primo y prometido, hijo de Creonte. Éste, encuentra a su hijo afligido junto al cuerpo de su prometida. Ante tal crueldad, Hemón decide matar a su padre. Falla y decide quitarse la vida de propia espada. A la serie de maldiciones se le une otra, la muerte de Eurídice, madre de Hemón y esposa de Creonte, que también termina su existencia de manera suicida.

Creonte, finalmente ha conservado la paz y el orden, pero a un precio bastante alto. Aunque más sabio para gobernar le fue inevitable el destino y deseo de los dioses. Algo a lo que Antígona se aferro hasta el último minuto.

Pareciera pues, a ojos simples, que Antígona era una fanática religiosa, o en el peor de los casos, una revoltosa del Estado. Todo lo contrario. Antígona hizo valer su derecho de lo correcto. Irónicamente, ella procedió de manera moral antes que el Estado se lo permitiera. Haciendo patente que hay «leyes» mayores a las leyes humanas, que apalean a lo correcto más que a un estado de derecho.

Photo by jimmy teoh on Pexels.com

Es bien sabido por nuestra sociedad más moderna que las leyes ya no tienen que ver con la justicia, la regulación o lo bueno. Si no más bien con el poder. Y privilegiar, efectivamente, a ciertos grupos de interés, casi siempre político y económico. Es pues, que vivimos en una sociedad con muchas leyes, pero muy poca ética. El orden superior de las cosas ya no es importante, sólo lo es el orden penal y de abogacía.

No mal entiendan lo que les trato de explicar, no es que las leyes ni la jurisprudencia no sean necesarias. Obviamente lo son. Pero son sólo palabras, papeles y carpetas de investigación cuando carecen de toda efectividad ética. No tienen valor si los propios individuos carecen de todo sentido de lo que es correcto y bueno para su sociedad. Eso es Antígona, la lucha ética del individuo en busca de justicia en un mundo de leyes.

Desafortunadamente el estado, al estilo de Creonte, sigue siendo ciego. Apegado a normas y leyes irrelevantes y carentes de todo sentido real de justicia. Y hoy, las mujeres que buscan justica, también por el homicidio (o feminicidio mejor dicho) han de retar a las leyes injustas y osificadas del sistema. Hoy esas mujeres encarnan de manera colectiva el espíritu de Antígona y su persecución, para hacer valer lo que en realidad debería hacer el Estado. No hay nada más ético y lleno de virtud que, rebelarse ante una sociedad sorda, llena de una palurdes omnímoda; Que prefiere ver morir mujeres de manera sistemática, que ver edificios y paredes descalabradas.

Así que deja que yo y mi locura, que es sólo mía, corramos este peligro. No sufriré nada tan grave que no me permita morir con honor.

Antígona. p 141 (90-95)

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