“8M La voz, de las que ya no están…”

Por: Mario D. Kuma

Como cada año en los días previos al 8M, las pláticas sobre Feminismo se hacen presentes y levantan expectativa. Se acercaba el fin de semana y todas y todos estaban al pendiente de las acciones del Gobierno y las autoridades, de los burlones misóginos, de las tías de Facebook y de aquellos hombres y algunas mujeres que rechazan el movimiento bajo el argumento de presunto vandalismo: pintas en muros, daño patrimonial a los Monumentos capitalinos, etc.  

Llegó el día, y la cita entre los contingentes era a las 14 horas, en el Monumento a la Revolución. Aún no era la hora convenida y ya se sentía en el ambiente algo distinto, se sentía como un día histórico, donde cerca de 200 mil mujeres, mostraron que de «sexo débil» no tienen nada, y llenas de orgullo, sororidad y decisión encaminaron su marcha rumbo al Zócalo capitalino.

Durante el trayecto resonaban las consignas, los cantos y las protestas: >>¡Basta del patriarcado, de que nos digan lo que hay que hacer!, ¡Aborto libre y gratuito para que decida la mujer!, ¡Si no hay aborto legal, el desmadre que se va armar!, ¡Si el Papa fuera mujer, el aborto sería legal!<<

Foto por: Carmela Hernández

Risas, aplausos, gritos, silbidos, todo iba subiendo de tono; El ambiente ya era otro. Las consignas y cantos resonaban por doquier; las calles y el Metro se desbordaban y se pintaban de negro, verde y morado.

Y así, miles de mujeres  tomaron las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, levantando la voz y manifestándose en contra de las conductas machistas, de las ideas arcaicas y de los modelos de represión y violencia de género, que aún predominan en el país y el mundo. 

No son ni las 4 de la tarde, el calor y el sol en pleno apogeo van acorde al ambiente y la energía que se siente, de igual manera las voces que piden justicia arden: “¡Ni una más, ni una asesinada más!”, “¡Mujer escucha, esta es tu lucha!”. 

Foto por: Carmela Hernández

El ambiente además de conmemorativo y de lucha, también es festivo; los Colectivos, llevan tambores, muñecas, pero aun más importante, llevan ímpetu, y en algún momento confrontan a sus congéneres de ser cómplices por encubrir a violadores, pero no pasa a más. Los tambores resuenan y acompañan a la consigna que se escucha más fuerte. “¡Se va caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer!” sentenciando el destino del machismo opresor.

Al grito de “¡Fuimos todas, fuimos todas!” se derribaron las vallas, que habían sido puestas para proteger los muros, monumentos y negocios; de pronto arribaron uniformadas y de inmediato se escuchó entre los contingentes: “¡Si fuera monumento así me cuidarías!”, “¡Mujer policía, únete a la lucha!”. Mientras tanto, en Juárez, en la antimonumenta, arriba del templete se escuchaban los testimonios de violaciones y violencia; desgarrador el escucharlos.

A lo largo de 5 de mayo, hasta la Plaza de la Constitución, se escucha con euforia y al unísono: “¡Porque no, que te dije que no, pendejo no, mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía!”, “¡Libre, libre de Iglesia y del patrón, mi cuerpo es mío y sólo mía la decisión!”, “¡El Estado opresor es un macho violador!”, “Mujer, hermana, si te pega no te ama!”. En el Zócalo capitalino se escuchan mensajes hacia el gobierno, testimonios, performance, pintas en las vallas, intentos de alejar a las manifestantes de las puertas de Palacio Nacional.

Mientras va cayendo la tarde y acercándose la noche, los contingentes se retiran, con un ánimo sin igual, se siente esperanza, de haber marcado un parteaguas, un día histórico; Mujeres de todas las edades, clases y profesiones gritaron su indignación y demostraron que esas, sí, son las formas, que se necesita nombrar con fuerza, sin ningún miramiento la injusticia y los abusos, la larga lista de violencias machistas, a reclamar sus derechos y que no están dispuestas a seguir viviendo así.

Foto por: Carmela Hernández

Resulta menester entender el colorido de las pintas, las cuales expresan sentimientos de desesperación y frustración, de aquellas que se alistaban para salir a luchar por sus derechos, a levantar la voz por todas y cada una de las mujeres que han sido víctimas del machismo, del sexismo, de la discriminación; Así mismo, de forma paralela, el Gobierno y su decisión de levantar un muro frente a Palacio Nacional, develó, por un lado, la determinación de no querer escuchar, ni atender un problema de suma urgencia, lo que resultó en temor, el miedo era notorio, el miedo del patriarcado hacia las mujeres que tomaban el poder de decidir, de pelear, de decir y de existir. En este sentido, tenemos que ser observadores, de lo que en muchas ocasiones, como hombres, hemos sido cómplices sin siquiera ser conscientes de ello; por otra parte, la cachetada con guante blanco que propinaron las integrantes del Movimiento Feminista, fue magistral, elegante empero, sumamente dura y cruda.

Mira que ocupar un muro que fue puesto ahí, para lanzar un mensaje separatista entre el Estado (quien se supone debe velar por la seguridad y salvaguardar al país y su gente) y las mujeres, con sumo descaro, osadía, ingenio e ironía, el transformarlo en un memorial, en el que se plasmaron los nombres de mujeres, que por desgracia jamás volverán para exigir lo que por derecho natural les pertenece, su derecho a vivir, esa fue la respuesta más épica. 

Todas y cada una de las manifestantes hicieron gala del uso de la razón y respondieron con un grito silencioso, pero que se escuchó hasta los confines del mundo. Un grito que no sólo contenía nombres, eran vidas arrancadas, vidas que algún día tuvieron sonido, y de las cuales ahora sólo queda el eco de su voz, de los gritos que no volverán a escucharse, pero que siguen exigiendo justicia.

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